Desde Oaxaca capital del estado mexicano del mismo nombre. Previamente he visitado Puebla y sus alrededores. Estamos en el ecuador del viaje a este inmenso y hermoso país. Grande, moderno, y amigo. Con una comida, folklore y colorido exuberante.
Si el tiempo y el internet de los hoteles lo permiten, seguiré contando mis peripecias, y ya en casa añadiendo fotos. El motivo del viaje no solo es turístico. Hemos venido con mis primos de Madrid a conocer a mis primos mexicanos, que son un buen montón de Madrazos, más que en Sevilla.
Oaxaca es una ciudad alegre, bulliciosa y cálida (estamos en manga corta desde por la mañana) Sus edificios coloniales me recuerdan a grandes pueblos de mi Andalucía. Anoche tras pasearla y e ir de compras de artesanías, cenamos en el patio del Hotel Monte Alban, donde comiendo una endiablada enchilada con mole rojo, parcialmente apagada con un enorme margarita, nos deleitaron con más de 20 bailes y aires folclóricos, con variedad de trajes regionales, solo de este estado de Oaxaca. Por la calle una nube de tiendecillas y ambulantes ofrecían sus productos a la muchedumbre que paseaba por el zócalo y sus calles colindantes. Esta tarde después de comer volveremos a Puebla, y quedaré otra vez sin internet.
Ya estamos en DF, última parte del viaje. No obstante acabaré con los comentarios sobre la alegre Oaxaca. A la mañana siguiente paseamos la ciudad y visitamos la iglesia de los dominicos. Una orgía del barroco en paredes y techos. Enormes y variados estucados con todo tipo de bajo relieves de escenas religiosas, pintados de variados colores y adornados con pan de oro. En el atrio de la iglesia se representaba en el techo el árbol genealógico de Jesús en brazos de su madre. Después nos sentamos en un velador del concurridísimo Zócalo a tomar unos refrescos mientras la orquesta municipal tocaba su concierto del domingo. Tras el almuerzo volvimos a Puebla por la carretera de peaje. No, no me he equivocado. Es una carretera de doble sentido, pintada y con arcenes, pero de pago. Cuando preguntamos nos dijeron «Mira no más que no tenía baches, ni resaltes para controlar la velocidad, ni atravesaba poblaciones» La separación de ambos sentidos era una doble línea continua, por la que se debía pasar para adelantar. Un despiste al final del trayecto nos permitió visitar la plaza principal de Amozoc justo cuando acabó la fiesta de la Virgen. No pudimos ver nada de ella, pero por la cantidad de basura que retiraban de la plaza, allí había habido mucha gente comiendo y bebiendo.
Dice una leyenda azteca, de cuando migraban por México hacia el sur, que debían instalarse donde vieran un águila devorando una serpiente sobre un nopal (especie de chumbera) La historia no dice cuantas águilas rechazaron por no estar devorando serpientes, o hacerlo sobre otra planta, pero el prodigio sucedió en una isla en el centro de un lago, y fundaron tenoxtitlan (sobre la cual está ahora DF) El prodigio figura en la bandera de este país. Eso de las tierras prometidas por prodigios es algo muy común en la historia de los pueblos. Aunque escribo desde DF mi viaje comenzó en Puebla, capital del estado del mismo nombre y a 150 Km. al suroeste. Puebla de Los Ángeles y más tarde Heroica Puebla de Zaragoza la fundaron los españoles para separar la capital administrativa de Tlaxcala (capital de los indígenas aliados de Cortés) La actual Puebla es una ciudad de dos millones de habitantes que viven en casas unifamiliares. Es decir enorme. El centro histórico trazado a cordel y cuadrícula, numera sus avenidas y las orienta, es decir la 6 poniente, la 2 norte etc. Algunas acaban con el número cuatro mil y pico. Puebla es una ciudad universitaria e industrial, con un tránsito, que dicen aquí, endiablado y con frecuencia atascado. Un sobrino generoso nos dejó su casa de campo para dormir y un Audi en la puerta para desplazarnos. La casa estaba en la zona boscosa protegida de Cuauyocan, para nosotros «el bosque encantado» Las palabras no españolas en México son un trabalenguas de cuidado.
En la puerta de nuestra casa del bosque encantado había un cartel que especificaba las especies que vivían allí. Ardillas, que veíamos por las mañanas, pájaros carpintero, que escuche una tarde, y serpientes de cascabel. La última tarde que pasamos en la casa encendimos la chimenea, y cuando fui a por leña de la pila del jardín, escuché un «trrrchch» o al menos así me sonó, que me hizo acelerar el paso hacia la casa con los leños en la mano y más mosca que un pavo en navidad. Aquí en DF las ardillas no van por los árboles, sino por los cables de la luz.
Durante nuestra estancia en Puebla visitamos varias veces la ciudad, su catedral, su zócalo, sus calles, restaurantes y algunas iglesias. Nuestro cicerone y muy erudito era mi primo Pepe. En la Iglesia de Santo Domingo vimos una capilla de la Virgen del Rosario profusamente labrada en paredes y techo, cubierta de pan de oro como la de Oaxaca, y que era un compendio de teología. Mi primo me informó que los frailes no tuvieron problemas para encontrar artistas que labraran las imágenes y realizaran las pinturas, pues los pueblos indígenas tenían muy buenos artesanos en esas artes, como demuestran sus ruinas y templos. Además siempre añadían alguna referencia a sus antiguas deidades, como figuras vegetales en las bases de las columnas o garras al final de las mismas. Esas referencias decorativas para los frailes eran signos de sus antiguos dioses. También me han dicho que escondían figuras de sus anteriores dioses dentro de las cruces o imágenes religiosas, para facilitar el entendimiento y concordia entre cristianos nuevos y viejos.
Varias veces nos sentamos en los soportales del Zócalo de Puebla para tomar algo al mediodía mientras sonaban las marimbas.
Nahuatl quiere decir habla agradable y comprensible, y es la lengua base de los distintos pueblos que habitaban esta tierra antes de que los españoles impusieran el castellano. Por lo tanto es la culpable de las palabras trabalenguas que hay en este país. Cuando llegaron los españoles ellos ya tenían nombrados lugares, animales, vegetales, lagos, montes y ríos, como no podía ser de otra manera. Hoy nos volvemos a casa. El vuelo durará dos horas menos que el de la ida. No se debe a la deriva de los continentes, sino que al venir el piloto del Sepla nos paseó por Halifax en Canadá, y costeó el norte de los Estados Unidos hasta Carolina del Sur, lugar sobre el que enfiló México. Al parecer el piloto de la vuelta tiene menos ganas de hacer turismo. Seguro que Iberia tiene otra versión de estas diferencias. Ya en casa seguiré contando sobre este bello país.
Desde Puebla hicimos una excursión a Cholula. Esta ciudad ya era lugar de oración y peregrinación desde varios siglos antes de la llegada de los españoles. Varias culturas tomaron este lugar como sagrado, y alguna de ellas construyó una pirámide. Los españoles pusieron la iglesia de la Virgen de los Remedios encima de la pirámide. Una iglesia colonial no muy grande, de tres naves y cúpula. Así los habitantes de esta zona podían seguir rezando en el mismo lugar que antes del cristianismo. Cuando llegamos a la pequeña explanada de la cima había una banda de música y se preparaba una procesión de tres andas. San Pedro, la Virgen y otra figura más procesionaron alrededor de la iglesia, y bajaron la pirámide a toda velocidad, con música y cohetes. En un hotel de Cholula tomamos unos tequilas y una pequeña «botana» (aperitivos) El tequila lo acompañan de sal y limón, esto ya lo conocía yo, y también de un vasito con sangrilla. Esta última bebida es mucho más fuerte que el tequila, por lo picoso, no por lo alcohólico. Después visitamos el convento de los franciscanos, de mayor tamaño que la iglesia de Los Remedios, y con una gran explanada exenta de construcciones, frente a una amplia arcada cerrada. El origen de esta explanada es el siguiente: Los habitantes de estos lugares estaban acostumbrados a rezar al aire libre, así que eran poco proclives a entrar en los templos. Los franciscanos construyeron una presbiterio abierto a la explanada con una serie de arcos, para que siguiendo su costumbre los habitantes rezaran al aire libre. Con el tiempo el presbiterio se cerró con un muro, tal y como lo vimos nosotros. Nada de esto podría contar yo, si no hubiera ido con mi primo el cicerone. Aquella tarde fuimos a Angelópolis, un modernísimo espacio con centro comercial, y otras construcciones culturales (teatro, biblioteca, auditorio, restaurantes, amplios aparcamientos y mucha seguridad) flanqueado por altos edificios de oficinas y viviendas. Fuimos dos días de «shoping» y otro día a comer. Todos los días que fuimos a Angelópolis nos perdimos por el infernal «tránsito» de Puebla. Ya dije que era enorme. El origen de las pérdidas se debe al mismo primo tan buen cicerone, como regular para orientarse en el «periférico» (autovía que conecta diversos barrios de Puebla) Continuará.
Cacaxtla es otro lugar que visitamos desde Puebla. Son unas ruinas muy antiguas situadas en el estado vecino de Tlaxcala. Se trata de un conjunto de pirámides de las que solo se ha excavado un par de ellas, otras dos están localizadas pero aún sin excavar. La más importante se encuentra bajo un gran techo para proteger importantes pinturas de hace más de 1.500 años. Los arqueólogos mantienen que fue un centro comercial de encuentro entre culturas vecinas. Hasta ese lugar se desplazaban las mercancías para comerciar con ellas. Tiene habitaciones, explanadas y almacenes. Las pinturas están muy bien conservadas, y figuran dioses, comerciantes, guerreros e incluso una batalla en la que pierden los Mayas contra los guerreros águilas y leopardos, con detalles de la sangre cayendo y gran movimiento de las figuras. En otra de ellas se refleja el universo de esa cultura, con la serpiente emplumada Quetzalcoatl y los hombres naciendo del maíz, dando a entender la importancia de este alimento para la supervivencia. Todo este tiempo contando nuestra peripecias desde Puebla, y aún no he dicho nada del Popocatepelt, famoso volcán activo, que se ve desde todo el estado de Puebla, siempre con su fumarola activa. El lugar más cercano en el que estuvimos fue en Cholula. Camino de Oaxaca hacia el sur pudimos ver también el Orizaba nevado.
DF fue la última etapa del viaje. Viajamos desde Puebla el 11 de Diciembre, sólo estaba a 130 Km. de distancia, pero nos costó llegar al hotel más de dos horas. Si el tráfico de Puebla era infernal, con solo dos millones de habitantes, el la capital con nueve millones era aún peor. Como sería la circulación en ambas capitales, que una hora punta en Madrid me pareció plácida y tranquila. La avenida Insurgentes que atraviesa DF de norte a sur mide casi cincuenta kilómetros. Nos alojamos en un Hotel del barrio de Polanco, de alto nivel adquisitivo, y el más seguro de la ciudad. Buenos hoteles, viviendas, embajadas, comercios, restaurantes, todos muy vigilados por cámaras y personal armado hasta los dientes a la entrada. Tiene un delicioso parque central llamado Lincoln con arbolado, láminas de agua, parque infantil y una estatua de dicho personaje donada por el pueblo de los Estados Unidos. Qué menos que donarles la estatua, si le quitaron medio país tras lo de Texas. En la lámina de agua navegaban el domingo muchas naves con control remoto. En DF conocí al sobrino mexicano que me faltaba, y a dos madrileños que trabajan allí. Coincidencias de la vida.
Hicimos en DF todo lo que hacen los turistas: Paseamos por el Zócalo y la catedral, estuvimos de compras en el mercado artesanal de ciudadela y el mercado de la plata, visitamos el barrio de Coyoacan y la casa de Frida Kahlo, paseamos en las trajineras de Xochimilco, con contrato de mariachis que nos cantaron dos rancheras muy bonitas «La feria de las flores» y la «Serenata Huasqueña» visitamos la plaza de las tres culturas, la basílica de Guadalupe y las pirámides de Teotihuacan. En esta última visita noté la altura de México por primera vez. Me avisaron de la dureza del sol. Je, de Sevilla, me voy a preocupar por un sol de primavera. Ja, a 2.400 metros de altitud el sol primaveral resulta inclemente, y el oxígeno escaso, así que me quedé sin subir a la enorme pirámide del sol, ente la posibilidad de que me diera un «yuyu». Desde allí y tras un infernal atasco de dos horas en Insurgentes, llegamos a comer a la deliciosa plaza de Coyoacan con mi sobrino Esteban mex y su familia. Este barrio de DF conserva el sabor rural mexicano, sin descomunales edificios, ni descomunal tránsito, la gente pasea sin prisas entre tenderetes, y música.
He dejado para el final de los relatos mexicanos el fenómeno guadalupano. En el cerro de Tepeyac la virgen se apareció a un mexicano. Ni a un criollo, ni a un peninsular. Y esto creo que es el núcleo de la pasión de este país por su Virgen de Guadalupe. Como coincidimos en nuestro viaje con el 12 de Diciembre, día de la guadalupana, tuve ocasión de ver en la tele representaciones del milagro, debates varios (sobre si la tela no es pintada, sino parece teñida…) Quizás he debido comenzar diciendo que la Virgen de Guadalupe no es una imagen tridimensional, sino un cuadro, confeccionado con la imagen de la virgen sobre la ropa de Juan Diego, santificado por Juan Pablo II, que tiene una soberana estatua a las puertas de la basílica, según se sale de los aseos. El papa, no Juan Diego.
El milagro fue que, como las autoridades civiles y eclesiásticas, españolas por supuesto, no creían en el pobre campesino, se impregno su ropa de la imagen mientras llevaba rosas, según le ordenó la aparición. Este asunto de la primacía de la virgen sobre el pobre campesino indígena tiene que ver con la enorme pasión que desata esta devoción. El 11 de Diciembre viajamos desde Puebla a DF. Son 130 kilómetros de tránsito lento. Al borde de la carretera vimos miles de peregrinos en autobuses, pick-ups, bicicletas y andando que se dirigían a las vísperas y mañanitas que dedican a la virgen. Algunos llevaban a cuestas enormes cuadros y tallas de la guadalupana. En el recinto estuvieron millones de personas, según cuentan las noticias. El día de la virgen, que estuvimos en Xochimilco, se turnaban los mariachis para cantar ininterrumpidamente a un oratorio que hay junto a los embarcaderos. Dos días más tarde fuimos a Guadalupe, y aún había cientos de personas rezando, además de los turistas. Hasta tres basílicas tiene la guadalupana. La primitiva en lo alto del cerro, que se quedó pequeña. Además del sufrimiento de subir hasta allí. La segunda en la base del cerro, quedó pequeña también, y se hunde por la parte anterior izquierda. Fallaron los cimientos, no tiene nada que ver con el PRI. La tercera, que es donde está el cuadro, es aún más amplia y moderna, construida a modo de carpa asimétrica. Pero tampoco entran todos los peregrinos, por lo que la inmensa mayoría queda a la intemperie. Esto último enlaza con la costumbre de las culturas prehispanas a rezar al aire libre, como dije cuando visitamos el monasterio franciscano de Cholula. Tienen unos pasillos mecánicos bajo el cuadro, para que los visitantes contemplen a la virgen sin atascos. Nosotros pasamos tres veces porque no había agobio de gente. Fuera, como en todos los santuarios están las tiendecillas con todo tipo de productos relacionados.
Fin