¿Porqué no vamos a ir en Julio a Sicilia? Más calor que en Sevilla no va a hacer. Error número uno: en Sevilla a las tres de la tarde no te pone a visitar ruinas históricas griegas o romanas, que están siempre en un despoblado, te quedas en casa, hasta que pase la calor. Error número dos: en Sicilia los coches alquilados de gama media y baja no tenían aire acondicionado. Aún así no pasamos un exceso de calor, salvo algún día. Planificamos nuestro viaje haciendo noche en un hotel con media pensión, y con un coche alquilado recorrer los lugares más turísticos. Elegimos un paquete que consistía siete días a media pensión en el hotel Admeto de Selinunte, y transferencia de ida y vuelta al aeropuerto Falcone e Borselino cerca de Palermo. Selinunte es una pequeña y vieja ciudad griega, situada en el sur de la isla, con su parque arqueológico en una colina aparte. Los griegos construían sus templos en una colina fuera de la ciudad. El hotel tenía vistas al mar, y si descendías por una inclinada cuesta, puerto deportivo y playa. En dicho hotel hicimos todos los desayunos y cenas, excepto un día. Si tuviera que viajar de nuevo a Sicilia, escogería un hotel en el extremo oriental de la misma. El motivo del cambio sería que las zonas atractivas a visitar son más numerosas en el lado oriental de la isla. El Hotel estaba bien, en una habitación no muy grande tenía una cama de matrimonio y una supletoria para mi hija, que no le gusta dormir sola. La azotea para el desayuno tenía sombra suficiente y una bella vista sobre el pueblo y el mar. Tras el desayuno salíamos de excursión. El patio para la cena era fresco y amplio, y la cena era suficiente y agradable, sobre todo la excelente “anguria”, que es como llaman allí a la sandía. Naturalmente las bebidas se pagaban aparte.
Palermo
Como no podía ser de otra manera la primera excursión era para la capital de la isla. Está situada en el norte de la isla, y se accede por una autopista que pasaba a unos kilómetros de Selinunte. Durante el camino pasábamos por delante del aeropuerto, que se llama así por dos jueces a los que asesinó la mafia. Palermo es una ciudad de casi un millón de habitantes con su entorno, extendida entre el mar y la montaña. La característica más importante es su caótico tráfico. Conducir junto a los palermitanos, y salir sin un bollo en el coche es un milagro. Hay que hacerlo con cuatro ojos, y olvidarse de preferencias, semáforos en ámbar, cedas el paso, líneas continuas y otras zarandajas. Cuando el semáforo se pone en verde es como la salida de la fórmula uno, a ver quién llega primero a la curva. Hay que ser prudente, pero no seas el último, que se vuelve a cerrar delante de ti. Una vez aparcado en el centro de Palermo comenzamos a caminar a través de un pequeño mercado. Las casas de modesto poder económico, tenían la ropa tendida en el balcón, y algunas mujeres mayores compraban a los vendedores descolgando un canasto con una cuerda y haciendo el pedido a voces. Al final de la calle estaba la catedral. Gran edificio de tres naves, con inicio gótico y estilos posteriores superpuestos. Una de las capillas está dedicada a Santa Rosalía, la patrona de la ciudad. Al salir de la catedral bajamos una calle en dirección al mar y encontramos la plaza de los “quatro canti” plaza octogonal en el cruce de las dos vías más importantes de Palermo, Está decorada con fuentes en los cuatro cantos, escudos de los virreyes españoles, y estatuas de santas palermitanas. Muy cerca estaba la plaza Pretoria, con una gran fuente delante del ayuntamiento, y con una escalinata que baja hasta una de las dos grandes vías principales. De esta plaza volvimos sobre nuestros pasos, pasamos de nuevo junto a la catedral, y proseguimos hasta visitar el palacio normando. Iniciado por los reyes normandos en el siglo XI, y ampliada más adelante por los virreyes españoles. Actualmente es sede del parlamento siciliano. Alberga la capilla palatina, de estilo árabe-normando-bizantino, con preciosos mosaicos en las paredes (árabes los arcos y columnas, bizantinos los mosaicos, y normando el que ordenó la construcción y amalgamó ambos estilos). Tras la visita al palacio dimos por terminada la estancia en Palermo, y tomamos el coche para visitar la cercana Monreal, situada en la montaña encima de Palermo. Para llegar allí tuvimos que cruzar la autopista, en un arriesgado acto de voluntad y decisión, esta vez a cargo de mi hija. La catedral de Monreal es también un magnífico ejemplo del estilo árabe-normando-bizantino, pero mucho mayor que la capilla palatina de Palermo. Enormes mosaicos cubren las paredes contando historias bíblicas, y los arcos, dentro de la iglesia y en el claustro son de estilo árabe. Nos impresionó su tamaño y belleza. Tras la catedral buscamos donde comer, que ya era la hora, Desde el mirador de Monreal se veía toda la ciudad de Palermo y el mar al fondo. Acabada la visita nos pusimos en camino para volver al hotel.
Erice, Trapani y Marsala
El siguiente día lo dedicamos a conocer la costa oeste de la isla. La primera visita fue al templo inacabado de Segesta. Se trata de un templo griego conservado perfectamente, sin el techo por inacabado. Sería por las guerras entre griegos y cartagineses, y Segesta estaba justo en la frontera entre ambos. Naturalmente esa prolongada guerra la ganaban los cartagineses, hasta que Mesina pidió ayuda a los romanos. Desde este bello templo nos dirigimos a Erice, ciudad medieval en lo alto de una montaña, a la que se accede por un funicular. La ciudad está muy bien conservada con sus casas de piedra, calles estrechas y tiendas de artesanía y recuerdos. Pero lo más impresionante son las vistas de los diferentes miradores. Hacia el norte se ve “San Vito lo capo” o mejor cabo de San Vito. al oeste la ciudad de Trapani, que luego visitamos, y al sur y al este campos, cerros y aldeas. En el parque más alto de la ciudad tomamos una granita, que es una granizada de frutas, en este caso de sandía. Tras bajar por el funicular, tomamos el coche para visitar Trapani, la ciudad más importante del oeste de la isla. Aparcamos cerca del centro, entramos en la ciudad vieja, ahora peatonal, con calles amplias de elegantes edificios. En esta zona de la ciudad tienes mar a un lado y a otro. Tras la comida nos dispusimos a continuar en esta costa oeste. Nos dirigimos a Marsala, ciudad más al sur y famosa por el vino que produce, ya apreciado entre los romanos. Por el camino pudimos observar la abundancia de salinas en activo, y naturalmente viñas. No entramos en el centro histórico, sino que recorrimos los alrededores y paramos en una bella playa un rato para tomar un refresco. Ya cansados nos volvimos a nuestro alojamiento, con tiempo para bajar al puerto deportivo de Selinunte a tomar una cerveza antes de cenar.