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Este otro rescate hace menos tiempo, y no hubo ni medalla al valor ni reconocimiento público. Para su comprensión es necesario comentar unas cuestiones previas. Yo, como Jano, además de mi pensamiento racional basado en el conocimiento científico, cultivo otra faceta completamente irracional y relacionada con el pensamiento mágico. La cultivo con curiosidad y sin prejuicios, como un emocionante divertimento. Nunca se mezclan ambas esferas, pues cada una se manifiesta en una faceta diferente de mi existencia. Una vez dicho esto, puedo declarar que durante un tiempo estudié la colección completa de libros de misterio del Dr. Jiménez del Oso, y experimenté con diferentes artes adivinatorias y espiritistas (oui-ja, escritura automática, psicofonías…) La quiromancia no me convenció como arte adivinatoria desde el principio, pues tiene el serio problema de no variar a lo largo de la vida. Me convencieron el asombroso Libro de las Mutaciones o “I Ching” (la edición que tengo la prologa el psiquiatra suizo Karl Gustav Jung) y la cartomancia, pues ambas varían a preguntas diferentes de la misma persona. No el tarot, sino la adivinación con la baraja española de cartas, la de sota, caballo y rey…. Con ella hice mis pinitos, y tuve mis éxitos adivinatorios. Algunas predicciones fueron desagradables, por lo que hace años que no las uso. En otro orden de cosas, he visto ovnis extraterrestres y me he comunicado con espíritus de difuntos, que me comunicaron novedades importantes. Ya está dicho. Algunos familiares, amigos y algún colega, conocen estas experiencias. No suelo comentar estas cosas con desconocidos, pero si surge la conversación no reniego de estas aficiones, sucesos y actividades.
Los hechos
Viene al caso que coincidí en Lebrija con un fisioterapeuta también aficionado al espiritualismo, con el que intercambié diferentes lecturas y experiencias. No voy por ahí preguntando a cualquiera que conozco. Un día me dijo que venía a Sevilla a una gestión, aquí no conocía a nadie, lo invité a almorzar en mi casa, y reparó en mi biblioteca. Meses después de que se trasladara a trabajar a Huelva, me llamó a casa una tarde para decirme que, la chica que estaba tratando en la sala de fisioterapia, decía que en realidad era la chica que murió en el mismo accidente de tráfico sucedido en Punta Umbría. Sorprendente asunto. Le aconsejé que antes de cualquier conversación le preguntara con qué nombre le gustaría que la llamara, y que tratara de sonsacarle la mayor parte de recuerdos posibles. La paciente en cuestión tras el accidente de tráfico estuvo mucho tiempo en la UCI de Sevilla por severo traumatismo craneofacial y coma secundario. Pasados varios meses, las secuelas motoras que presentaba no eran muy relevantes, andaba sin ayuda, manipulaba bien con las manos, y se comunicaba oralmente sin dificultad. Las secuelas de la esfera intelectual eran de mucha mayor envergadura. Estaba diagnosticada por mi colega onubense de amnesia total. No reconocía a sus familiares ni amigos, ni su entorno físico, ni su casa de la playa, ni sus estudios, ni a su novio. Al día siguiente mi amigo me comentó que la chica prefería que la llamara con el nombre de la difunta, recordaba el nombre de su calle en un pueblo cercano a mi casa, los estudios que había realizado, su lugar habitual de veraneo en otra provincia. Adicionalmente me comentó que la familia de la paciente decía que el cadáver de la chica difunta estaba tan desfigurado, que tuvieron que reclamar que alguien de la familia lo reconociera.
El reconocimiento
Ahí se acabó la faceta espiritualista. Jano se dio la vuelta. Pues la opción más probable pasó a ser que habían confundido a las dos víctimas intercambiando sus identificaciones. Pero ¿Es esto posible? Mi primera acción fue buscar a alguien conocido en el pueblo cercano, para corroborar los recuerdos de la paciente de Huelva, así que lo comenté en el servicio de rehabilitación de mi hospital. Un compañero daba clases de inglés con dos hermanas de la fallecida, y recordaba el revuelo en la clase cuando sucedió el accidente mortal. Otro compañero conocía a un gestor de la localidad en la que decía haber vivido la paciente, así que concertamos una visita y al salir del hospital le espetamos al gestor los recuerdos de la chica. Recordaba el accidente, que había conmocionado al pueblo, la calle que nombraba como la de su domicilio era el antiguo nombre de la misma, pero efectivamente los padres seguían viviendo allí. Tras corroborar estos hechos, los estudios y el lugar de veraneo no eran conocidos por el gestor, teníamos que confirmar la identidad de la paciente de Huelva. Decidimos que un familiar directo podría presentar inconvenientes, despertar falsas esperanzas, el embrollo de tener al presunto padre esperando a que terminara su sesión y encontrarse con el revuelo del reconocimiento. Tuvimos la suerte de que una concejala del ayuntamiento del pueblo era prima suya y de la misma edad. Así que la citamos para el día siguiente sin que supiera nada. Por otra parte avisamos a mi amigo el terapeuta de Huelva de nuestra llegada con un familiar cercano para que la viera y resolver el escabroso asunto. Aquella mañana pedimos permiso al director médico de mi hospital para ausentarnos mi colega y yo. Quedó muy sorprendido por el relato, autorizó nuestra ausencia, y me pidió que le contara el resultado al día siguiente. Ambos teníamos que ir, pues mi colega era el enlace con el gestor, el gestor conocía a la prima, y yo al fisioterapeuta de Huelva. Primera etapa en la gestoría del pueblo, allí conocimos a la prima, que había acudido tras vencer las reticencias a tan insólita cita con unos desconocidos. Le dijimos sin preámbulos que teníamos sospechas de que su prima podía estar viva. Corroboramos que los recuerdos sobre los estudios y el lugar de veraneo estaban relacionados con su prima. Le comentamos que la escogimos a ella porque, si fuera una falsa alarma, haríamos menos daño que a un familiar más cercano. Lo entendió a la primera, y no puso objeción al desplazamiento. En el coche del gestor salimos para Huelva. Por el camino advertí a la prima, que si la reconocía, no diera signos de ello, sino que disimulara. Pues no podíamos prever la reacción de un padre que cuida y protege a una hija que no es suya. Llegamos a la sala de terapia antes que la accidentada. A mi colega y a mí nos prestaron sendas batas. Pusimos a la prima en una sala más pequeña, en una esquina y simulando recibir una terapia con el radar apagado. Llegó la accidentada, y me avisaron. La habían sentado frente un espejo y me presenté como médico, le pregunté si podía llamarla con su nombre antiguo, y me dijo que sí. La hice caminar hasta la sala donde estaba la prima, y cuando la prima vio a la accidentada hacía silenciosas pero elocuentes señales de que la reconocía sin dificultad. No contento con haber resuelto el asunto, arriesgué y la puse de frente a su prima, y le dije: Esa chica dice que te conoce. ¿Tú la conoces a ella? La miró brevemente con tristeza pero no contestó. Salimos a la sala grande, devolví a la paciente y las batas a su terapeuta, y nos fuimos para Sevilla. Durante el camino felicité a la prima, pues se había controlado muy bien. Y le dije: Ahora llama a tu tío y le das la buena noticia. Pero haber como hace las cosas, pues su falso padre no la dejará ir tan fácilmente. Y a ella un encontronazo brusco con su vida anterior no sé cómo le afectará psicológicamente.
El desenlace
Según me contaron. Al día siguiente a altas horas de la madrugada se presentaron el padre real, otro familiar, y el alcalde del pueblo, en la puerta de la casa donde vivía la accidentada. Vigilaban la puerta para asegurarse de que no se la llevaban. Cuando abrieron el juzgado de guardia, el padre denunció que su hija estaba retenida en aquella casa. El estupefacto juez resolvió llamar al falso padre al juzgado. El falso padre se presento con su presunta hija, para resolver la cuestión. Cuando se vieron el padre real y la hija se abrazaron entre llantos. Por lo que allí mismo el juez resolvió que la hija volviera con su padre auténtico. Sin más indagaciones. Bastante tenía el falso padre con perder a su hija. Una vez en el pueblo se autorizó la exhumación y el traslado de la fallecida a Huelva, para ser enterrada en el cementerio familiar.
Pero ¿Cómo pudo suceder esto?
Aunque no tiene que ver con el error posterior, el accidente sucedió en Punta Umbría el fin de semana de la peregrinación multitudinaria al Rocío. El plan Romero, propiciado por el gobierno andaluz acumula multitud de recursos sanitarios, de seguridad y sociales en la aldea y sus alrededores para atender las vicisitudes festivas de un millón de personas. Las ambulancias tardaron en llegar al lugar del accidente. El accidente había sido un golpe frontal entre dos vehículos. La guardia civil anotó en su atestado, que una accidentada había fallecido al incrustarse el volante en el pecho aplastándolo, y esperaron al juez de guardia para que levantara el cadáver. El resto de los heridos estaban vivos. Una vez rescatados y remitidos los heridos al hospital de Huelva, preguntaron días después al ocupante de un vehículo quién conducía el suyo, y el chico dijo que lo conducía él. Luego la chica muerta conducía el otro. La otra herida estaba en coma, pues tenía un severo traumatismo craneofacial, y fue evacuada a la UCI de Virgen del Rocío. El resto de heridos se trataron en Huelva los de allí y en Sevilla los de aquí. La juez solicitó una identificación del cadáver, pero avisó que estaba muy desfigurado, que procedieran con cautela a la hora de enviar a alguien. Este es el primer paso del error. La familia, desolada ante la certeza de la guardia civil sobre la identidad de la difunta, envía para el trámite al administrador del padre. Este es el segundo paso del error de identificación. El testigo reconocedor vio el cadáver de una chica joven, desfigurada facialmente y de características parecidas a la hija de su jefe, y la reconoce como tal. Por otra parte la guardia civil no sabe que los han engañado. El chico al que preguntaron no iba conduciendo, conducía su novia que no tenía carné de conducir. Vista la gravedad del accidente se asustó y mintió a los agentes.
Otros detalles relevantes
Mientras en el pueblo sevillano se oficiaba un funeral y se enterraba a una joven, en la sala de espera de la UCI de Sevilla unos padres onubenses se sumían entre la angustia y la desesperanza. Pasado el tiempo empezaron las visitas a su hija en la UCI. Los padres preguntaban: pero que desfigurada está, ni la reconozco. Los médicos respondían: Tiene la cara inflamada y está con el tubo endotraqueal puesto, tengan paciencia que ha sido muy grave. Pasados unos días. Los padres insistían: Tiene la espalda llena de pecas y su pelo era más oscuro. Los médicos respondían: Estas variaciones pueden tener explicación por la cantidad de antibióticos que le hemos puesto. Siempre había una respuesta no científica a las preguntas angustiadas de los padres con su desfigurada hija, con la piadosa intención de calmar su ansiedad. Bastante trabajo tenían los médicos con salvar la vida de la niña. Cuando le dieron el alta a la niña su ropa le quedaba grande, pero esta vez no preguntaron, se la llevaron a casa. Cuando llegaron a casa sus hermanos, primos, tíos, amigos y su novio, vieron que esa no era ella, pero nadie quiso contradecir a unos padres tan abnegados, convencidos, y que no se habían movido de su lado durante tantas semanas. Hicieron planes para realizar cirugía estética y devolver su cara natural a su hija. Luego estaba el serio asunto de la severa amnesia: Pero hija esta es tu tía Cinta; este es nuestro apartamento de la playa; como que no sabes informática, si has aprobado dos cursos… Otra cuestión es el de la amnesia completa. Esa entidad solo existe en las películas. Incluso en los comas más duraderos, la amnesia es parcial, y siempre mucho mayor la retrógrada que la anterógrada, pero estos detalles eran desconocidos por mi colega, y no indagó al respecto.
Otros cotilleos
Naturalmente el padre de la rescatada quiso conocer al artífice del descubrimiento. Yo le puse la condición de que: no quería que se filtrase mi nombre a la prensa, y no quería reconocimiento alguno. Solo me bastaba la satisfacción de haber resuelto el entuerto en cinco días. Por supuesto le engañé, le dije que mi amigo me había llamado porque él sabía de la proximidad de mi casa con la suya. Nadie debía saber sobre la otra cara de Jano, que estuvo meditando dos días. Tuve la ocasión de hablar con la accidentada en su casa. No parecía tener secuelas psicológicas. De sus miedos no hablamos. Me contó que poco a poco fue recordando cosas de su vida anterior, el sufrimiento que le ocasionaba la estancia con la otra familia, y su insistencia en que recordase su nueva vida. De ahí su tristeza el día que la conocí. Cuando tuvo suficientes recuerdos, se lo contó a su fisioterapeuta, porque le ofrecía confianza. Él fue quien de verdad descubrió la confusión.