La Occitania es la región francesa que ocupa el sureste del país. También se la denomina como Langedoc. Ambas formas de denominar esta región hacen referencia a que en ese territorio se habla la lengua de Oc, una lengua romance derivada del latín, y muy parecida al catalán. Alguna cartelería informativa, y unos minutos de televisión he visto y oído en dicha lengua. La capital de esta región es Toulouse, Tolosa en occitano, y forma en la que me gusta nombrar a la ciudad. Pues tenemos que tener en cuenta que Tolosa fue la capital del reino visigodo cuando se expandía por la Hispania romana, y hasta que los francos los empujaran a Narbona setenta años después. Toda esta región era vasalla del reino de Aragón en el siglo trece.El conde de Tolosa, señor de Albí, Narbona, y Bezier era cuñado del rey de Aragón, los condes de Carcasona, y Foix eran sus súbditos, y el conde/marqués de Provenza, era hermano del rey Pedro II el Católico de Aragón, que tenía como propiedades el Rosellón y Montpelier, ciudad de su esposa, y donde residía su hijo Jaime I. La herejía de los cátaros se extendió por esta región. El papa conminó a Pedro II de Aragón a erradicar la herejía, y como él se negó a “usar la espada contra sus vasallos” el papa convocó una cruzada. El rey de Francia aprovechó la ocasión y fomentó un ejército para ocupar la región, eso sí acabando con los cátaros, y matando a Pedro II en la batalla de Muret. El escudo de Occitania es una cruz curvilínea, silueteada y con puntos en sus vértices, y en el cuadrante inferior izquierdo las cuatro barras de Aragón. En cuatro días que hemos pasado en Occitania hemos visitado Tolosa, Albi y Carcasona.
Tolosa
Mi hermano me avisó de que en esta ciudad no había nada que ver. Pero como en los partidos de futbol o en la lidia de toros, siempre hay algo bueno o malo que observar. Cruzada por el río Garona, que más adelante llegará a desembocar en Burdeos, la ciudad es grande, y el tráfico es denso en su centro. Visitamos el Capitol, gran edificio que alberga el ayuntamiento, el teatro y unos salones visitables, hace un lado a la gran plaza cuadrada del mismo nombre, unos edificios con soportales enfrente y otros edificios comerciales a ambos lados cierran la plaza. Esta es la plaza principal de Tolosa. Tras al capitolio hay una antiguo y pequeño castillo, que funcionó como archivo de la ciudad y hoy como oficina de turismo. También visitamos tres edificios religiosos, de dispar calificación: la catedral más fea, la iglesia más rara, y una tercera más normalita. Voy a describir la catedral de Saint Etienne tal y como se construyó. De estilo gótico y fábrica de piedra arranca un ´ábside con deambulatorio espacioso y de buena factura. Allí comienzan dos naves laterales con sus capillas, y la central más ancha y con su altar mayor. Hasta ahí todo es correcto, pero nada más acabar el presbiterio con su coro, la nave izquierda se enfrenta a una pared, y la central y derecha continúan convertidas en una sola nave de estilo gótico con prisas, y de un par de tramos de extensión. De manera que cuando entras en la catedral tienes una columna en medio, descuadrada con la única nave de entrada, y se puede observar el altar mayor desviado a tu izquierda, y la nave derecha casi en frente. Tienes que avanzar hasta donde terminan las tres naves para ver una catedral normal, sin volverte, pues atrás tienes una pared. Espantoso. ¿Qué pasó? Seguro que la diócesis se quedó sin dinero y se tomó la peor decisión posible. La iglesia rara es la del convento de los jacobinos. Está iglesia de estilo gótico, construida en ladrillo, con planta basilical, tiene sólo dos naves, y esta es su rareza. Pared derecha con sus ventanas apuntadas y vidrieras, pared izquierda exactamente igual, y fila de altas columnas góticas en el centro. El sencillo conjunto de altar mayor y presbiterio elevados está a un lado, como no podía ser de otra forma. La última columna de la fila se asemeja a una palmera al soportar las nervaduras del propio tramo y del ábside abierto al interior. El resto del convento tiene un gran claustro gótico, un gran refectorio y la sala capitular, todas de muy buena factura. La iglesia más normalita es la de Saint Sernin, que se convierte en la mejor de toda la ciudad. Con fábrica de piedra y en estilo románico, consta de tres naves con bóveda de cañón y arcos de medio punto. Iluminan su interior ventanales abiertos en las tres naves, altos en la central y más bajos en las laterales. Columnas vestidas y bóvedas pintadas dan al conjunto un armonioso aspecto. El coro de madera tallada y el baldaquino barroco sobre el altar mayor señorean el presbiterio. Con gran acierto reservan un espacio para los que quieran rezar, sin que los turistas los molestemos. En el exterior una bonita torre hexagonal de cinco pisos sobre el ábside, con dos ventanas en cada lado del hexágono, y acabada en punta, aportan al conjunto un deslumbrante aspecto exterior. El resto de la ciudad es agradable de pasear, con anchas avenidas, paseos junto al río, bonitos parques, y profusión de comercios, bares y restaurantes. Tuvimos mala suerte con los transportes. Entramos en una de las dos líneas del metro, y en el andén nos avisaron que se había cerrado la dirección que queríamos usar. Otro día no había taxis para ir a la estación de ferrocarril. Otro día nos montamos en un tren regional y tuvimos que hacer la hora y cuarto de trayecto en pie. En la vuelta de ese mismo día el tren venía con casi dos horas de retraso. En resumen, son muy poco fiables los transportes públicos.
Albi
Esta antigua ciudad cerca de Tolosa y a orillas del río Tarn conserva un casco antiguo muy agradable de visitar. Contiene además la catedral de Santa Cecilia y el museo de Toulouse Lautrec. Llegamos a la ciudad cómodamente sentados en un tren regional que salió a su hora de la estación de Matabio en Tolosa. El tren, aún siendo regional, tenía un enchufe por cada asiento para la carga de móviles y tabletas. Paseamos desde la estación hasta el centro de la ciudad. Ya desde lejos se adivinaba la mole de la catedral de Santa Cecilia y su maciza torre arrancando desde el final de la nave. Cuerpo y torre de la catedral aparentan una fortaleza de sencillo ladrillo. Ese significado quería el obispo que la mandó construir, que fuera una sencilla fortaleza de fe cristiana en tierra de herejes. Eso decía el audio guía, vete tú a saber. Ya lejana en el tiempo la herejía, se construyó un baldaquino de piedra en el rico estilo gótico flamígero para acceder al interior del templo. Y también en piedra finamente labrada al mismo estilo un cuadrilátero que alberga el coro de madera tallada. La catedral es de planta basilical y una sola nave, Aunque los enormes contrafuertes permiten dos capillas en cada tramo. La característica más atractiva de santa Cecilia es que está completamente pintada, techos, paredes y capillas, y con elegantes vidrieras en ambos lados, salvo los dos tramos que ocupa el baldaquino de entrada. La catedral tiene también un órgano de los más grandes de Francia, decía el mismo auddioguía. El altar mayor era un sencillo crucifijo. Junto a la catedral se encuentra el palacio arzobispal, actual museo de Henri Toulouse Lautrec, famoso pintor nacido en esta villa. Hijo de familia noble y afecto de una enfermedad congénita, que afeaba su aspecto, quiso ser pintor en Paris, y allí vivió la mayor parte de su vida, pintando y frecuentando locales poco recomendables. En el museo de conserva una importante colección de cuadros, grabados y algunos carteles, que le hicieron famoso. El palacio tiene unos cuidados jardines situados a la orilla del río Tarn. Tras la visita al museo, entramos a comer en un restaurante la famosa “cassoulette” estofado de alubias con pato confitado y salchicha, de gran fama culinaria en esta región. Este platillo está rico, pero resulta algo pesado. Tras la comida callejeamos el centro histórico de Albi. El edificio del mercado municipal, de dos plantas, tenía puestos de comida “gourmet” además de los clásicos puestos de carne, pescado verduras, frutas y chacinas. Un pequeño supermercado surtía de todo tipo de productos no perecederos y bebidas locales. Tras el paseo nos dispusimos a tomar el tren de vuelta a Tolosa, cosa que hicimos sin incidentes.
Carcasona
Llegamos a la estación de Tolosa con suficiente tiempo para tomar el tren a Carcasona. Tardó en salir en pantalla informativa de la estación la vía asignada al tren para Perpiñán, que paraba en Carcasona. Cuando llegamos al tren todos los asientos estaban ocupados, y bastante gente había de pie. Como el trayecto duraba algo más de una hora, nos extrañó que hubieran vendido más billetes que asientos, pero así era, fuimos todo el trayecto en pie. Al llegar a Carcasona tomamos unos taxis para subir a la ciudad amurallada y el castillo, que es la parte visitable y turística de la ciudad. Los taxistas nos llevaron a la puerta de la ciudad amurallada, y nos dejaron sus tarjetas para la vuelta. La ciudad amurallada está bien cuidada y mantenida. Resulta bella visto desde lejos con sus torres con tejados de pizarra negra acabados en punta y sus murallas almenadas y con aspilleras de madera para mejorar su defensa. Dentro de la ciudad un camino ascendente lleno de comercios turísticos y de restauración conducía a un castillo interior visitable. La disposición de todos los locales para el turismo me recordaba al monte de Saint Michel en Bretaña, aunque aquella subida era más empinada que esta. Una vez en lo más alto y tras media hora de cola, entramos a visitar el castillo interior. Se accedía cruzando por un puente un ancho foso defensivo, se sucedían una serie de salones muy bien conservados con pocos muebles de la época medieval, y multitud de escaleras de subida y bajada para recorrer el camino de ronda de las murallas y sus distintas torres defensivas. La visita merece mucho la pena del largo recorrido. Tras el castillo pasamos a ver la catedral de San Nazario y San Celso vecino al mismo. El templo fabricado en piedra y de estilo gótico, tiene planta de cruz latina, sin coro ni deambulatorio, pero con unas bellas vidrieras y un bien labrado rosetón. Un altar a San Antonio de Padua estaba lleno de velas votivas, no sé si de turistas o de nativos. El altar mayor delante de las hermosas vidrieras de la girola era un sencillo crucifijo. Tras un corto paseo nos dispusimos a almorzar en un restaurante ya conocido del café matutino, donde nos sirvieron un menú turístico bastante bueno, que incluía la famosa salchicha tolosana. A la hora prevista, y con tiempo suficiente, volvimos en taxi a la estación para tomar el tren de vuelta. El tren de Perpiñán con destino a Tolosa llegó con dos horas de retraso. Es decir, que cuando llevábamos más de una hora en el andén aún no había salido de la estación de origen. Tremenda desorganización. Al día siguiente muy temprano volvíamos a Sevilla.