El cerebelo es el centro automatizador de movimientos sucesivos repetitivos que nuestro organismo va realizando a lo largo de la vida. He dicho movimientos, pero también automatiza equilibrios y secuencias de saltos entrenados oportunamente. Pensad en gimnastas en los distintos ejercicios de suelo, barra o saltos, patinadores en fila (hielo o ruedas) tiradores de dardos, flechas, hondas o jabalinas. Sólo es cuestión de repetirlos el número suficiente de veces para que el cerebelo automatice gran parte de las contracciones musculares necesarias tónicas o fásicas para repetir el ejercicio a la perfección. Secuencias como los cambios de marcha en los vehículos se automatizan con tanta exactitud, que pasar con posterioridad a conducir un vehículo con cambio de marchas automático, cuesta un rato hacerlo con soltura. En este concreto ejercicio de traslado de cambios de marcha hay preeminencias: si no mueves la mano derecha del volante, el pie izquierdo no trata de pisar el inexistente embrague. Lógico, la representación cortical cerebral de la mano derecha es mucho mayor que la del pie izquierdo.
Una vez entendida la capacidad del cerebelo para automatizar cualquier actividad muscular compleja: golpear la bola de golf con un “Swing” muy entrenado. Es fácil entender que en el caso de una marcha en Trendelemburg, por dolor en un miembro inferior, si esta marcha patológica es duradera en el tiempo, puede ser automatizada y permanecer cuando el dolor haya desaparecido.
Pero ¿Cómo reconoceremos ese momento de cojera automática? Fácil. A la persona con cojera automática se le pide que marche levantando mucho las rodillas, y lo realiza sin cojear, se le pide que marcha de lado, avanzando con su glúteo medio teóricamente patológico por delante, y lo realiza sin cojera. Se le pide que haga equilibrio unipodal en el pie afectado, y lo realizará con dudas, temblores, pero sin insuficiencia. Por último le pedimos que realice unos pasos de baile, que realizará sin dificultad. Pero cuando le digamos que ya se puede ir, al segundo paso ya cojeará. En el segundo paso sin el control de la atención el cerebelo se hizo cargo de los movimientos de marcha, y tiene el automático alterado por la cojera primigenia.
Si hay el mínimo dolor no es cojera automática. Para que pueda ser así nominada, el dolor debe ser inexistente. El dolor fue el origen de la forma anómala de andar, pero ahora no duele, y se ha sedimentado el automatismo. Cuando tenemos un paciente con este problema, es importante comunicarle que es un automatismo anómalo, que no debe preocuparse, pero que pelear con un automatismo es pesado y duradero en el tiempo. Es como corregir un “vicio” en la forma de coger una raqueta, o de cualquier actividad deportiva mediada o no por instrumentos. Debe aprender a caminar con ritmo de marcha, y poner atención en los movimientos de los miembros inferiores. El primer día tendrá que corregir el error trescientas veces, pero a lo largo de los días, este número disminuirá progresivamente, hasta desaparecer del todo. Eso sí las correcciones deben hacerse sin sentimiento de auto culpa, con naturalidad. Para evitar connotaciones emocionales negativas, que dificulten el proceso de recuperación.