Castellón *
Otra provincia de España que desconocía completamente era la de Castellón. Los objetivos principales de este año fueron Morella y Peñíscola, que se fueron ampliando con la preparación del viaje al interior de la montaña castellonense, y a la inmensa costa. Como sobraban un par de días, pasamos una noche en la provincia de Alicante, y otra en la ciudad de Valencia. Por añadidura tomamos excelentes arroces y otros frutos del mar levantino, que enardecieron nuestra visita. En un avión a Valencia, con los mismos amigos del año pasado, y un coche de alquiler, dormimos esa noche en Segorbe.
Segorbe *
La Segóbriga pre romana. Una ciudad con casi tres mil años de antigüedad, situada en un alto en el estrecho valle del Palancia. Entre los parques naturales de la sierra del Espadán y la sierra de la Calderona. Controlaba el acceso desde la costa valenciana a Teruel y Zaragoza, por lo que fue muy disputada en tiempos antiguos. Ciudad episcopal, real, señorial y ducal, pregonan los cronistas locales, tuvo palacio el Duque de Medinaceli. Conserva una parte de la muralla y un acueducto de trazas medievales ambos. Por el paseo de Sopeña se disfrutan de buenas vistas al valle inferior, y se recorre todo el resto de muralla. Desde dicho paseo la ladera está aterrazada, y la recorren antiguas acequias, ya en desuso, que supusimos de origen musulmán. Las terrazas están en la actualidad incultas. Las torres de la cárcel y del verdugo inician ese paseo de Sopeña. La catedral, la iglesia de San Pedro y de San Martín son otros lugares visitables de la villa. Cerca de la iglesia de San Pedro observamos en una fachada un cartel de un centro instructivo republicano. No sabemos si es tramoya de alguna película que se quedó como recuerdo, o institución actualmente en uso. En la actualidad, con sus casi diez mil habitantes, la vimos muy poco animada en sus calles. Produce aceite de oliva de buena calidad, según el azulejo que dominaba la fachada frontal de la almazara, y ofrece servicios a toda su comarca. Nos alojamos en un hotel de nueva construcción, en un palacete rehabilitado. Un agradable patio porticado y un buen restaurante, que cierra los lunes, día de nuestra llegada. Esa no fue nuestra única fatalidad, las habitaciones daban a una esplendida funeraria/tanatorio. Tal institución se convirtió en un no deseado “leif motiv” de nuestro viaje. Tras la somera cena, en un agradable bar nos permitieron nuestra consabida partida de tute junto a unas copas.
Navajas y Montanejos *
Al día siguiente salimos hacia Navajas, localidad turística cerca de Segorbe. Allí vimos abundantes chalets, piscinas naturales, y una cascada denominada el salto de la novia, que se desplomaba desde más de treinta metros de altura. Allí nos informamos de que las novias no saltan desde arriba, lo que fue de gran alivio, sino entre dos piedras de abajo. El resultado del salto tenía que ver con la longevidad de la relación de la pareja. Tras esta breve observación de Navajas, atravesamos en carretera comarcal la sierra del Espadán. Antes de atravesar la sierra vimos por fin los olivos de los que se extraía el aceite de Segorbe, hasta ese momento era un misterio cómo producían el aceite de oliva. Tras múltiples curvas, que tuvieron su efecto negativo entre los excursionistas, llegamos a Montanejos, localidad turística en el valle del río Mijares. Tras refresco y descanso nos dispusimos a realizar una ruta pedestre junto al río, observando las múltiples piscinas naturales, donde abundaban los bañistas de todas las edades. La última piscina era la más concurrida y profunda. Se encajonaba entre dos altas rocas, y había signos de que el agua resbalaba por las paredes en cascada, aunque ese día no se produjo tal fenómeno. Al medio día tomamos el camino hacia Castellón de la Plana, donde hacíamos noche. Al llegar a Onda, ya en la plana, el río Mijares trocó en Millars. Ya habíamos observado que en la montaña del interior se habla castellano, y con acento que recordaba levemente al aragonés. Con los transportistas y proveedores que llegan a la zona desde la plana se habla valenciá naturalmente, pues se estudia en el colegio, pero lo topónimos están en castellano. Entre Onda y Villareal había abundantes y enormes fábricas de cerámica para construcción, es la industria principal de esa zona. Buscando por internet localizamos un restaurante junto a la playa de Burriana que se llama “Ca Ricardo” donde nos pusieron el mejor arroz del viaje, excepcional. Ya por la tarde nos dirigimos a nuestro alojamiento en Castellón capital de la provincia. Burriana, Almazora, Villareal y Castellón están prácticamente unidas.
Castellón *
Nos alojamos en un céntrico hotel de la ciudad, pero tampoco estábamos muy lejos de las afueras. Bueno, Castellón es una ciudad pequeñita. Tras alojarnos fuimos de paseo y tiendas del centro. Nos orientamos para las visitas de la mañana, el mercado, la catedral… Cenamos y jugamos el segundo asalto de tute. Las victorias estaban siendo muy repartidas. La mañana siguiente visitamos el mercado central, que no era gran cosa, y desayunamos junto al mismo. Luego visitamos la catedral y dimos un paseo por los alrededores del centro. En una plaza, un gran panel de cerámica contaba en varias cuadros como fue la fundación de la ciudad. En 1252 el rey Jaime I concede a Ximen Pérez de Arenós que traslade a los habitantes del castillo de la Magdalena (actual Castell Vell) al norte de la ciudad, para que establezca una villa en el lugar más apropiado de su término. En el segundo cuadro los habitantes eligen el emplazamiento de la actual ciudad, en unas alquerías musulmanas abandonadas, con buena tierra cultivable. El traslado se efectúa en el tercer domingo de cuaresma, día de la Magdalena, siendo el origen de las actuales fiestas. En el tercer cuadro el rey visita la nueva ciudad con su esposa. En el cuarto cuadro se cuenta que el rey Pedro III otorga en 1281 a la ciudad el privilegio de elegir justicia, jurados, escribano y acequiero.
Al medio día tomamos la carretera de la costa, y casi sin transición llegamos a Benicasim. Recorrimos todo el paseo marítimo hasta las playetas, última y famosa playa de Benicasim. Allí nos refrescamos por dentro un rato, y proseguimos en busca de la vía verde, que tras varios kilómetros junto al mar, lleva de Benicasim a Oropesa, visitando una de las calas intermedias. Comimos en una de las playas de Oropesa, en un restaurante que nos hizo muy poco impacto. Tras la comida y un paseo junto a la playa, tomamos café en una cafetería con profusión de pantallas, que ofrecían un partido del mundial. Acabado el partido y el café, continuamos hacia el norte por la carretera de las playas de Oropesa hasta que topamos con la entrada de Marina D´or, y nos desviaron al interior, lejos del mar. Próxima parada Peñíscola, hacia allí nos dirigimos.
Peñíscola *
Llegamos a Peñiscola por la carretera del interior que bordea la sierra de Irta. Nuestro hotel estaba situado en el inicio de la península, por lo que teníamos playa a la derecha, que llaman sur, y playa a la izquierda, que llaman norte, como no podía ser de otra manera. Una vez instalados, y comprobado que estábamos en un hotel de vacaciones familiares, con multitud de niños y mayores, nos dispusimos a pasear la playa norte y buscar un lugar para cenar. Encontramos mesa y buen gusto en una vinatería/gastrobar, donde cenamos ligeramente, aunque con cierto retardo del servicio. Aquella noche tuvimos una partida trashumante. El hotel cerraba el bar temprano. Como el personal estaba acostumbrado a familias con niños y mayores, no les pareció de su gusto que estuviéramos jugando a deshoras en el jardín solitario. Así que nos iban apagando las luces cercanas a la mesa de juego, cada vez que nos mudábamos. La última mano la jugamos entre penumbra y risas.
A la mañana siguiente nos dispusimos a visitar la ciudad vieja y el castillo del Papa Luna. Entramos por una puerta de la muralla y subimos por las callejas de la población hasta el palacio. Las casas están bien conservadas y adornadas para el turista. Pocas no eran bares, o restaurantes o tiendas de recuerdos y bebidas. El callejero tenía pocos ensanches, y los que tenía estaban en cuesta.
Ya junto al castillo, y mirando por la muralla del este, se veían hermosas vistas del mar, y multitud de barcos que iban y venían con trajines diferentes, de recreo, de pesca, de turistas… La entrada del castillo incluía una visita a fortificaciones del siglo XVIII, al norte del castillo, y un espectáculo de aves rapaces al que no llegaríamos a tiempo. Visitamos las dependencias del castillo, bastante bien conservadas, y llegamos a la almena más alta. Desde ella miramos en dirección sur, donde estaba la playa redonda y la Peñíscola moderna, que llegaba a las primeras estribaciones de la sierra de Irta, en dirección oeste se veía el caserío antiguo bajo nosotros, y más allá continuaba la ciudad, en la dirección este se veía desde más alto el mar y los barcos, y en dirección norte la infinita playa recta y los bloques de apartamentos. Esta población es vacacional por su situación y turística por su entorno amurallado y castillo histórico. Desde arriba miramos al norte la carretera que íbamos a tomar, y que llevaba a Benicarló y Vinaroz. Mucho más cerca se veían las fortificaciones y un cetrero con halcón al guante, el espectáculo estaba a punto de empezar. Desdeñamos esa oferta y nos dispusimos a salir de Peñíscola, por la carretera del norte, que estuviera más cerca de la playa. Recorrimos las playas de Benicarló, y en seguida llegamos a Vinaróz, ya junto al delta del Ebro. Allí comimos en el restaurante Bergantín un “suquet” manifiestamente mejorable. Tras la comida tomamos la carretera de Zaragoza, pues nuestra siguiente parada era Morella.
Morella *
Al organizar el viaje me parecieron los hoteles de Morella poco atractivos. Encontré en un pueblecito cercano llamado Forcall un hotel de nueva construcción, restaurando una casona antigua. Allí nos dirigimos para dejar las maletas, antes de nuestra visita vespertina a Morella.
Forcall es una población muy antigua, pues se han encontrado en ella restos del Neolítico. El problema que presenta es que ni está tan cerca de Morella como era deseable, y que la población ha aumentado poco en los últimos cuatro mil años. De modo que tras la visita a Morella nos encontramos en un pueblecito agrícola, con dos bares, y sin sitio para comer, que no fuera el Hotel. En el hotel trabajaba una sola persona, que hacía de recepcionista, experto en mantenimiento, cocinero y camarero. No se si haría también los cuartos y la limpieza general.
Morella, que cuenta en la actualidad con dos mil habitantes, mantiene una triple muralla. La primera la pasas con el coche por una puerta medieval con paso para un solo coche. La calle va rodeando el monte y ascendiendo, dejando la muralla a la derecha y las casas a la izquierda. Cuando llevas media montaña, tienes unos pocos aparcamientos para los forasteros. A la segunda muralla, que es el núcleo poblacional antiguo, se accede por otra puerta similar a la anterior, pero con un bolardo automático, que solo deja a vecinos, servicios y alojados en los hoteles. Los forasteros no alojados tenemos que ir subiendo caminando. La población es bonita, con casas antiguas y calles tan pendientes, que la mayoría tiene escalones. El ayuntamiento, en la calle principal, tenía el patio abierto, y en el estaban situados los gigantes que se usan en las fiestas. Algunas calles conservaban el antiguo porticado, resultando una apariencia aún más vieja. Había numerosas tiendas de recuerdos, artesanías y productos de esa sierra. Casi arriba del pueblo está la iglesia arciprestal de Santa María la mayor, de noble factura gótica, con tres naves, más alta la central, con el coro elevado en el centro de la nave central, y con una escalera de subida al coro profusamente labrada y policromada que es digna de ver. Junto a la nave del evangelio, la izquierda de la iglesia, hay un pequeño museo con esculturas, objetos religiosos, casullas, dalmáticas, copones, vinagreras, ostensorios… y pinturas, alguna de ellas de muy buena labor. Siguiendo la ruta turística nos pasamos por el convento de San Francisco, del que se conserva parte del claustro gótico sin techo y algunas dependencias. El claustro es paso obligado para la ascensión al castillo. He usado la palabra ascensión, porque la cuesta es importante y cansina. El castillo de Morella ha sido recinto militar hasta hace muy pocos años. Es famoso por la resistencia ofrecida durante la primera guerra carlista. Los cristinos no pudieron ocuparla hasta que los carlistas no la evacuaron, tras la pérdida de la guerra. Y allí, antes de la entrada a la tercera muralla, estaba la imponente estatua ecuestre a tamaño natural del general carlista Ramón Cabrera, que dio fama a la ciudad por su tenacidad y capacidad militar. El castillo en sí es curioso. La montaña es tan pendiente, que el único espacio con suficiente anchura para patio de armas es la propia cima. Así que ascendiendo por el camino que rodea el interior de esta tercera muralla, tienes a la derecha las dependencias, y a la izquierda las vistas y las fortificaciones de defensa. La casa del gobernador comunica con una cueva natural que la hace muy fresca en plena solana. Al final de este peculiar camino de ronda hay una escalera de noventa escalones, que sube al reducto final, el cementerio, las dependencias militares y la plaza de armas con pozo al aljibe y miradores con arcadas. La aplicación de mi amigo marcaba una ascensión de diecisiete plantas cuando llegamos arriba. Una vez cumplida la visita tomamos rumbo a Alicante para los días que quedaban de viaje.
Denia *
Esta localidad es la capital de la marina alta alicantina. Allí nos alojamos esa noche. Bajando por la autovía AP7, la hora de la comida nos llegó a la altura de la valenciana Sagunto. Allí buscamos por internet donde comer. El lugar elegido fue El Almirez, en el puerto de Sagunto. Comimos excelentemente. Cuando al salir felicité al dueño por la comida y servicio, y le dije que habíamos elegido su restaurante por los comentarios de internet, me dijo que él ni miraba esa página. Le comenté que siguiera igual, había llenado, y los comentarios sobre el restaurante eran certeros. Continuamos camino hacia el sur hasta llegar a Jabea, población cercana a Denia que queríamos conocer. Paseamos Jabea y nos dirigimos a unas calas que hay junto al cabo de La Nao. El terreno muy abrupto dejaba de vez en cuando unas calas pequeñas y deliciosas, con algunos chalets privilegiados sobre las mismas. Nuestro objetivo fue la cala de la granadella, pequeñita y deliciosa. Tras la visita a las calas decidimos dirigirnos a Denia, lugar de nuestro alojamiento. Atravesamos Javea y nos topamos con una procesión de no se que virgen, que nos complicó y mucho encontrar la carretera a Denia a través del parque natural del cabo de San Antonio. Al final, y ya de noche conseguimos llegar al Hotel Port Denia, que era nuestro destino. El puerto de Denia es el más cercano a las islas Baleares, por el que es el lugar en donde se toma el Ferry, tanto para Ibiza como para Mallorca. Tras tomar habitaciones dimos un paseo para cenar. Denia es por supuesto una ciudad de veraneo, con abundantes apartamentos y hoteles, por lo que no nos costó mucho elegir un lugar aceptable para tomar algo antes de la consabida partida diaria. El lugar que elegimos no es muy recomendable, pero era lo suficientemente cercano y aceptable para la hora que estábamos. Tras cena, partida, y sueño, visitamos al día siguiente el centro de Denia. El Centro histórico de Denia es pequeño, pero muy agradable, el castillo, el ayuntamiento, la calle Loreto… Pasamos un rato muy agradable, pero mejor era lo que nos esperaba. Habíamos decidido comer en El Pegolí, un pequeño y ya viejo restaurante junto al mar al sur de Denia. Allí degustamos las famosas gambas rojas de Denia, y otros mariscos y pescados. Era nuestro homenaje al final de la escapada.
Valencia *
Desde Denia a Valencia tomamos la carretera de la costa hacia el norte. Pasamos Gandía y nos acercamos a Cullera. Ya en las afueras de Cullera comenzamos a ver los campos de arroz ya crecido. En Cullera cruzamos el Júcar y dimos una vuelta por la ciudad. Salimos hacia Sueca, y ya no dejamos de ver los inmensos campos de arroz valencianos. Yo que creía que los de la Isla Mayor del Guadalquivir eran grandes. Desde Cullera hasta la Albufera todo es arroz.
Para nuestra última noche de viaje escogimos un apartamento turístico céntrico de los que se reservan por la red. Al llegar a la puerta en cuestión, un cartel nos avisaba la dirección en la que teníamos que recoger la llave. Aunque era cerca estuvimos dando muchas vueltas hasta encontrar la oficina, que mal señalada, regentaba un italiano. Durante unos minutos creí que eramos víctimas de una estafa. El apartamento estaba bien, era más barato que un hotel, y estaba muy bien situado. Pasamos la tarde paseando por el agradable centro de Valencia, y cenamos en una terraza. Junto al hotel tomamos una copa y la consabida partida, que seguía más igualada que la del año pasado. Al día siguiente tuvimos tiempo de otro largo paseo. La plaza del Ayuntamiento, la catedral, el Miguelete, en fin todo el centro de Valencia estaba muy limpio y animado de valencianos y turistas. Al medio día salimos hacia Quart de Poblet a dejar el coche alquilado, y salir hacia el auropuerto en un un microbús de la misma empresa. Fin del viaje levantino.