Con el confinamiento, aislamientos y cuarentenas derivados de la pandemia, añadido a otras “modernidades” comunicativas, se ha puesto de moda el teletrabajo, y por supuesto la telemedicina. La presidenta Díaz Ayuso declaraba hace bien poco las excelencias de este procedimiento para acceder en un futuro próximo a cualquier médico general o especialista de Madrid. Las compañías aseguradoras hace tiempo que vienen demandando la asistencia por video llamada a los médicos de su cuadro, para poder ofertarlo a sus clientes.
Yo no tengo dudas de que la actual facilidad de comunicación genera unas oportunidades de asistencia, que merecen ser observadas con detenimiento. Hasta ahora cualquier modalidad de asistencia sanitaria lejana, precisa la presencia física de otro médico o técnico sanitario junto al paciente.
Personalmente, en la asistencia que proveo, preciso del contacto físico para movilizar, palpar, manipular y testar la temperatura y color del motivo de consulta. No conozco otra manera de extraer información básica de los elementos que conforman el aparato locomotor. La observación, con ser muy importante, debe mezclarse con los otros elementos de la exploración, que necesariamente hay que detectar con las manos. Por supuesto, que la ecografía ha llegado para facilitar la resolución de múltiples dudas. En contadas ocasiones he podido resolver una consulta por teléfono, pero siempre era sobre una patología ya explorada, y un tratamiento ya puesto. Sé que existen profesionales, que tienen la rara habilidad de diagnosticar y proponer tratamientos a base de pruebas de imagen, sin levantarse de la silla para explorar a los pacientes. Pero los dotados de esa habilidad son pocos.
Entre las posibilidades de aplicación asistencial de la video llamada, pregunté a un dermatólogo, pues me parecía que era la especialidad que mayor posibilidad de uso presentaba. El respondió que en su exploración precisaba manipular las lesiones de la piel, para descartar determinadas afecciones. En las demás especialidades lo veo más difícil. Además wasapearse con el médico de atención primaria o el especialista me parece complicado, por el número de pacientes que atienden estos profesionales en la asistencia pública.
Quizás en un futuro algunas enfermedades crónicas puedan controlarse sin la presencia física del paciente en el centro de salud. De la misma manera que el diabético se muestrea la glucemia en su domicilio, el hipertenso, y el cardiópata arrítmico, puedan enviar sus constantes y electros obtenidos por aparatos homologados, por vía telemática, e incluso los anticoagulados transmitir sus tiempos de coagulación. Veremos.