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Recuerdos

En ocasiones me he preguntado cómo funciona nuestra memoria. ¿Cómo se almacenan en nuestro cerebro nuestras experiencias? ¿Porqué unos recuerdos son indelebles, y otros, también adquiridos con toda la atención de la conciencia, resultan más difíciles de rememorar? De lo que sí estoy seguro es de que los recuerdos se conservan en paquetes plurisensoriales, no se separan los visuales de los auditivos, ni de los olfatorios, ni gustativos. Esta certeza la adquirí por propia experiencia. Hace pocos años por una imprudencia mía me dio una coz en el muslo derecho un caballo de carreras pura sangre en el hipódromo de la Zarzuela. Se produjo una inflamación inmediata que amenazaba con no caber en el pernil del pantalón vaquero, el estudio ecográfico mostraba un hematoma cuadricipital y rotura de las fibras musculares. Me costó seis meses recuperarme completamente. No me dolía al andar, trotar y estirar al máximo el cuádriceps. Prueba superada. Dos años más tarde volví al hipódromo, bueno mi primo es propietario de una cuadra de caballos de carreras, al bajar a la pista, para tomar el sol, sentí pequeñas molestias en el muslo lesionado. Sorprendido me estiré el cuádriceps, y no había problemas, el estiramiento no provocaba ningún dolor. ¿Qué había pasado? Pues que afloraron conjuntamente los recuerdos visuales, auditivos, olfativos y sensoriales de aquel fatídico día. Todos juntos. En el mismo archivo. Por otra parte he tratado de rememorar cuales son los recuerdos más antiguos de mi vida. De los más antiguos he tenido que deducir mi edad, pues ya no hay testigos vivos, y esos recuerdos son flases, no son fotos fijas, sino muy breves historias. La más antigua es estar acostado en la cuna de mi hermano, no caber en ella, y quedar las piernas sobresaliendo por el borde inferior de la cuna. La historia a deducir es que aprovechando que mi hermano no estaba en la cuna, probablemente en un cambio de pañales, insistir a mi madre para que me metiera en ella, y ella ante mi pesadez me metió en ella. Como yo le llevo veinte meses a mi hermano, y estuvo en la cuna no más de un año, pues ese recuerdo es de mis casi tres años. Otro es una fotografía, que tengo en casa. El recuerdo es de una noche ir andando con mi madre y con mi hermano en el cochecito a la casa del fotógrafo de la familia, para hacer fotos de estudio de los dos. A mí me sientan en un sillón muy iluminado (esta parte ya está en la foto que conservo, por lo que puede ser un recuerdo inducido) Pero que fuimos andando, que era de noche, y que mi madre empujaba el cochecito de mi hermano no salen en la foto. Ese es el recuerdo. ¿Edad? Pues supongo que algo más de tres años. Mi hermano no andaba, pero en su foto estaba sólo, y sentado en una postura muy estable. Algo más mayor recuerdo estar sentado entre otros niños, con mi pizarra y mi pizarrín aprendiendo a escribir en el colegio de las monjas teresianas del barrio del monumento de San Juan de Aznalfarache. Allí nos desasnamos todos los hermanos. Cuando había misa, yo me quedaba sólo en el patio, aún no había tomado mi primera comunión. Un día salió un chaval mayorcito de la iglesia, dejó algo en el desagüe de la fuente del patio, y se volvió corriendo de nuevo para la iglesia. Curioso me acerqué, vi que eran unos discos perfectos de color gris. Los cogí, y me quemé los dedos, eran los carboncillos del incensario. Bueno esto  lo supe después, pues sospechando que no había hecho lo correcto, no se lo conté a nadie. Me aguanté el dolor durante unas horas. Otro día había sobre el cerro de los sagrados corazones una tormenta de nubes negras, mucho viento, rayos y truenos. Mi padre envió un taxi al colegio para recogernos a mi hermana y a mí, pues el camino de vuelta a casa era largo. La monja entró en mi clase y me pidió que saliera. En el salón de entrada del colegio, la monja me preguntó si sabía cuál era la clase de mi hermana, yo le dije que sí, y me envió a buscarla. Yo rodeé el patio entre rayos y truenos por la arquería, para no mojarme, y subí las escaleras hasta la clase de mi hermana. Allí las chicas estaban aterradas por los rayos y truenos, y la monja trataba de calmarlas. Desde la puerta de la clase le dije a la monja que venía a avisar a mi hermana de que habían venido a recogernos. La monja me miró y me dijo: ¿Tú has venido sólo desde la puerta hasta aquí, y no has tenido miedo? Yo le dije que no. Me hizo pasar a la clase, subirme al estrado y me puso como ejemplo de valentía. Yo muerto de vergüenza no sabía a dónde mirar. Yo estuve en ese colegio sólo un año, entre los cinco y los seis. Durante el trayecto rodeando el patio entre rayos y truenos iba solo. Ese es el recuerdo. Por otra parte como la historia es más completa, se nota que ya era mayorcito. Poe supuesto que hay recuerdos intermedios, pero no puedo ajustarles la edad, como a estos.