Un amigo me dijo que tenía una pubalgia muy molesta. Le había comenzado en un tropezón, y había crecido en intensidad a lo largo de esa semana. La exploración mostró dolor a punta de dedo en la inserción del aductor derecho. Curiosamente no había ni dolor al palpar el tendón aductor, ni contractura muscular de dicho músculo. En mi libro “Me duele y no sé porqué”, que figura en la web “experienciasfmo.es”, comento que tras años de experiencia clínica he observado, que no hay entesitis sin prolongada tendinitis previa, y no hay tendinitis sin prolongada contractura previa. Salvo contadas excepciones: el tendón rotuliano, el bíceps en corredera, el traumatismo directo tendinoso, y muy pocas más. Esta pubalgia se salía de su origen natural. A pesar de su atipicidad consideré oportuno iniciar sesiones de fisioterapia para mitigar el dolor de la entesitis, que es lo que molestaba a mi amigo. Cuando le pregunté a los pocos días, me dijo que le habían aplicado tres sesiones de fisioterapia con técnicas adecuadas, y que estaba mucho más molesto que antes. Ya no era atípica sólo la entesitis, sino su evolución. Suspendí la terapia y solicite un estudio de imagen por resonancia magnética de ambas caderas, sin contraste. El resultado fue que había una metástasis en la rama isquiopubiana derecha. El oncólogo unos días más tarde determinó que el origen de la metástasis ósea era un cáncer de pulmón. Actualmente pasados dos meses y varios ciclos, el cáncer de pulmón ha disminuido de tamaño, y la pubalgia apenas molesta. Desde mi criterio no es un error aplicar la regla de “lo más probable” a las algias comunes que diagnostiquemos, pero hay que tener la agilidad de buscar otras posibilidades, cuando la evolución se aleje de lo habitual, o de lo esperado. A lo largo de los años de experiencia clínica me he encontrado con otras algias atípicas con diagnóstico sombrío. En una ocasión un dolor mal localizado en el hombro de una joven resultó ser un tumor de Pancoast, que se exacerbaba acostado, como suele ocurrir en la patología del manguito y subacromial. En dos ocasiones una importante pérdida de fuerza de ambos cuádriceps, con arreflexia rotuliana bilateral, fueron el primer síntoma de sendos adenocarcinomas, uno de páncreas y el otro de próstata, que habían debutado con estos síntomas tan impropios de esta patología. Éste último, que fue el segundo, y en el que me empeñé en descubrir el origen, recuperó la fuerza completamente tras la destrucción del cáncer con radioterapia aplicada por ordenador.