De nuevo las dinastías de los reyes de España nos proporcionan nuevos temas de mentiras consentidas. Es conocido por todos, y lo aprendimos de pequeños, que los reyes católicos fueron Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón. Pues error. Fernando era II de Aragón, y hubiera sido V de Castilla, si hubiera reinado. Pero cuando murió su esposa Isabel la corona de Castilla recayó en su legítima heredera, la reina Juana I. Fernando fue regente un tiempo, y posteriormente, cuando los nobles castellanos se impusieron, se retiró a su reino de Aragón, y anexionó a Castilla el reino de Navarra, casando con Germana de Foix. Dicen los historiadores que, si hubiera tenido un hijo con Germana hubiera heredado el reino de Aragón, Valencia, Mallorca, Menorca, Sicilia y el condado de Barcelona. Nápoles había sido conquistada con tropas castellanas. Posteriormente, doscientos años más tarde, pasadas las dinastías de los Trastámara y de los Austrias, el segundo hijo del primer Borbón, que no estaba designado para reinar, accede al trono y decide nominarse Fernando VI, cuando nunca hubo un Fernando V de Castilla ni de España. En este caso no puede aludirse a un respetuoso recuerdo a su abuelo, como pasó con Felipe II. Pues Fernando de Borbón nada le debía a Fernando el católico, ni como antepasado ni como antecesor.
Si tuvo más respeto nuestro rey emérito Juan Carlos, que no pudo reinar con el nombre de Juan III, que le correspondía tanto en Castilla como en Aragón. Pues los Juanes segundos de ambas coronas fueron consuegros como padres de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, por respeto a su padre. Tampoco pudo ponerse el nombre de Carlos V, que también le correspondía por respeto a la rama carlista de los borbones, que habían llegado hasta Carlos VII. Así que tomó la decisión de llamarse Juan Carlos I y todos respetados y contentos.