Menú Close

Huelga de médicos

En estos días se hacen llamamientos a los médicos para que luchen por un trabajo y salario dignos usando el derecho de los trabajadores a presionar a los patronos con el uso de la huelga. No me cabe la menor duda que es un derecho legítimo, pero no sé si efectivo en este caso. Analicemos los pormenores. Por un lado los médicos que trabajan para la sanidad pública tratan de conseguir dos objetivos: por un lado que su salario recupere la pérdida del poder adquisitivo muy disminuido por la inflación; por otro lado que las plantillas tanto de atención primaria como algunas de la atención especializada se dimensiones realmente con los objetivos que se planifican por parte de la administración, que a veces no se corresponden con las necesidades de la población. Fíjense que no he utilizado las peticiones de la población, sino sus necesidades razonables de cobertura sanitaria. Pocas veces coinciden las necesidades sanitarias de una población con sus demandas sanitarias. Después de cuarenta años de trabajar para la sanidad pública he de decir que las expectativas con las que se inició el camino de la sanidad transferida a las comunidades en 1983, en mi caso la andaluza, se vio pronto truncada por decisiones políticas. Todos los preocupados por esta descentralización sabíamos que la sanidad pública tenía que tener su base en una atención primaria potente y resolutiva, que alejara de la atención hospitalaria la mayor demanda posible. Tras más de treinta años de gobierno monocolor nunca se desarrollaron los centros de salud como se esperaba, ni en equipamiento, ni en dotación, ni en cartera de servicios, ni en la velocidad de desarrollo. Los políticos primaron otras líneas de desarrollo más populistas, como la medicina de trasplantes, pues daba más caché a la comunidad y al partido que la gobernaba. De la misma manera las distintas especialidades tuvieron un desarrollo diferente, no según las necesidades de la población, sino según las necesidades políticas del momento. Una temporada tocaba que los equipos de diferentes hospitales unificaran criterios diagnósticos y terapéuticos, lo que era bueno y necesario, otra temporada tocaba la libre elección de especialista y hospital, que era justo lo contrario a la homogeneización de la asistencia sanitaria. Y así en un sin sentido continuo, según rotaba la consejería de salud, siempre mirando más por los intereses políticos que los sanitarios. Por otro lado los médicos que se dedican a la asistencia sanitaria llamada privada, más bien de compañías, tienen sus emolumentos congelados desde el siglo pasado. No, no estoy exagerando, cuando vino el cambio de pesetas a euros, se cambiaron las cantidades, y se redondearon al alza en céntimos unos baremos pactados a primeros de los noventa. Así que las quejas en ambos espacios son más que justificadas. Pero la huelga como método de lucha laboral no se manifiesta de la misma manera en ambos terrenos. Por las características de los contratos de los médicos, y por las características de los patronos. En la sanidad “privada”, insisto en que más bien de compañías aseguradoras, los médicos pueden ser autónomos, que contratan sus servicios a las compañías aseguradoras de enfermedad una cantidad fija por acto médico, o contratados por empresas, que ofertan sus servicios a las compañías aseguradoras, y pagan a los médicos un sueldo acordado y aceptado por ambas partes. Si el autónomo hace huelga de servicios médicos a las compañías aseguradoras tiene una incidencia menor sobre su “patrono” que si hacen huelga los contratados por empresas intermediarias, pues hacen un daño económico importante, al no producir actos médicos y por lo tanto ingresos a la empresa que los contrató, y que no es única culpable de los bajos salarios. La compañía aseguradora tiene algo más de margen, pues aunque no quieren conflicto con los asegurados, le pérdida de actividad médica es achacable a los propios médicos, salvando ellas su responsabilidad temporalmente. Los médicos autónomos, si hacen huelga mucho tiempo, pueden perder clientela, lo que es un mal asunto. Los médicos de asistencia estrictamente privada nunca tienen que hacer huelga, pues son ellos mismos sus patronos, y ponen ellos los precios de su trabajo. La tarifa no es siempre la misma, pues varía según la capacidad económica del cliente. En el caso de la sanidad pública es aún más sangrante. El perjudicado por la huelga es el usuario, que no tiene capacidad de decisión hasta las siguientes elecciones, y aún así son muchos los parámetros a meditar antes de emitir un voto, y la sanidad y la educación no son de los más importantes. Por otra parte, la huelga de médicos no solo no perjudica al servicio público de salud, sino que lo beneficia económicamente. Muchas veces a lo largo de estos cuarenta años que he servido a la sanidad pública, he visto la sonrisa de los gerentes en lo más duro de la huelga. No gastan en anestésicos, en insumos de quirófano, en productos protésicos, en ortopedia, farmacia, y en los salarios de los huelguistas… No es que les gusta que haya huelgas, prefieren que todo vaya como la seda, pero pueden compensar los gastos de un trimestre con una semana de huelga de sus médicos. Por otra parte como los servicios mínimos son tan extensos por la precariedad de las plantillas, pues lo más importante siempre será atendido. Los gerentes se aprovechan de la ética de los profesionales que cubren los servicios mínimos. Así que tenemos una huelga de médicos en la sanidad pública que beneficia a los gestores (gastan menos y mejoran objetivos económicos), y perjudica a los usuarios, indefensos ante la crisis. Y en la sanidad privada pasa casi los mismo, perjuicio a los asegurados, gran impacto sobre las empresas intermediarias, y dudoso impacto sobre las compañías aseguradoras. Alguno se preguntará: ¿Qué has hecho tú en las huelgas convocadas durante esos cuarenta años? Pues de joven me apuntaba a todas, cuando me enteré que el servicio andaluz de salud ganaba dinero con mis huelgas, dejé de hacerlas. ¿Y qué método de lucha tenemos los médicos? Nuestra ética profesional nos impide hacer una huelga gastando más dinero del presupuestado (petición de pruebas innecesarias, elección del fármaco u ortesis más cara), sobre todo porque confundimos al usuario. Nuestra actividad no permite una huelga a la japonesa, trabajando todo lo que puedas (realizas más asistencia, y generas más gasto, pero acabas agotado, pues la demanda sanitaria no tiene fin). Así que no tenemos muchas más opciones que negociar sin una presión económica efectiva (información a la opinión pública, insistencia de la reivindicación ante los gestores, manifestaciones, concentraciones, caceroladas…) Elegimos mal la profesión para holgar.