El deporte en algunas ocasiones puede ocasionar daño irreparable o lesiones al que lo practica. Como ya dije en “Ejercicio y salud” del libro “Me duele y no sé porqué”: ” Otro asunto que merece comentario es el deporte. El deporte es desde luego ejercicio físico, pero sometido a unas reglas determinadas de duración y actividades, y sobre todo sometido a la competición, es decir hay un contrincante que trata de asegurarse de que no ganes por todos los medios a su alcance. Eso supone un sobre esfuerzo, que lleva inevitablemente a las lesiones.” En el deporte de élite es fácil encontrar lesiones permanentes, sobre todo en tobillos y rodillas en los más comunes. Años y años de forzar al máximo la actividad, con el consiguiente desgaste, lesiones, e incluso con exceso de infiltraciones y vendajes que permiten continuar forzando, e impiden el necesario reposo regenerativo. Otra cosa es el sano ejercicio, en el que no competimos contra nadie, y lo que tratamos es de fortalecer y flexibilizar. Pero ¿A qué viene esta diatriba antideportiva? Pues sucede que ayer vinieron a la consulta dos pacientes que realizan el deporte de forma insana. El primero era un niño de doce años que jugaba futbol. Decía tener una contractura dolorosa en el aductor derecho. Explorando comprobé que efectivamente dicho aductor estaba contracturado y era doloroso. Por curiosidad continué explorando y estaba contracturado el otro aductor, los isquiotibiales, los gemelos de ambas piernas, e incluso el recto anterior del músculo cuádriceps izquierdo. No había aún tendinitis ni entesitis, podíamos recuperarlo en breve. Entonces le dije: Esta es la pierna con la que chutas, y también está mal. El padre se sorprendió, pues efectivamente era zurdo en el juego. No estaba federado, jugaba de forma aficionada, y no estaba bien dirigido. No calentaba ni estiraba, ni antes ni después del ejercicio. Jugaba con la mitad de su capacidad física, por no cuidar su musculatura. Cuando aprendas física, le dije, descubrirás que con mayor brazo de palanca mayor fuerza ejerces. Con mayor longitud muscular (conseguida con los estiramientos) mayor fuerza de carrera, salto y chut. Me miraba con ojos muy abiertos, como si le enseñara trucos de magia. Le puse deberes: no jugar, trotar y estirarse los músculos afectados a diario. Le puse tratamiento a su aductor derecho y su cuádriceps izquierdo, y esperaremos evolución, positiva naturalmente. El otro paciente de 44 años decía que jugaba baloncesto de forma aficionada, estuvo federado desde los 13 años, y cuando terminaba los partidos quedaba cojeando. Estaba diagnosticado de entesitis aquilea izquierda. La exploración mostró la clásica triada: contractura bigemelar, entesitis aquílea y fascitis plantar bilateral. Tenía además un llamativo acortamiento de ambos isquiotibiales, que me decía era desde pequeño. Yo le dije que a ver si se creía que los bailarines elevaban la pierna en alto de nacimiento. Estirar aductores e isquiotibiales cuesta años y dolor. También le puse deberes: trotar a diario y estirar gemelos, aductores e isquiotibiales, no volver a baloncesto hasta que se curase las lesiones, no jugar con gente quince años más joven, y tratamiento de su tendinitis y fascitis. Ambos tenían en común que realizaban ejercicio sin la consabida secuencia: “Para hacer ejercicio o deporte es necesario seguir una secuencia fija, invariable e inexcusable. Calentamiento, estiramiento inicial, ejercicio, enfriamiento y estiramiento final. En el caso de que el ejercicio sea poco intenso como la marcha o la natación, se precisa un mínimo calentamiento, estiramiento previo, y enfriamiento posterior, pero el estiramiento final es insoslayable.” Los entrenadores, sobre todo de niños, nunca tienen en cuenta la salud muscular de sus pupilos. Sólo les interesan las rutinas individuales y colectivas propias del deporte en cuestión, y en la habilidad individual para desarrollarlas. La salud muscular brilla por su ausencia.