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El asesinato de Prim

Los generales Serrano y Prim y el almirante Topete constituían el triunvirato revolucionario que desembocó en el exilio de Isabel II. Había un sólido partido republicano en el parlamento, pero también había diputados tradicionalistas, demócratas, liberales, unionistas, isabelinos, alfonsistas, monpensieristas… Transcurrido dos años, Prim, que era el presidente del Gobierno, llegó a la conclusión de que la mejor idea para mantener la paz entre idearios políticos tan dispares, era reinstaurar la monarquía parlamentaria con una nueva dinastía reinante. Los diputados de las cortes españolas elegirían  uno de los candidatos. Entre los candidatos surgieron Antonio de Orleans (Duque de Montpansier) Hohenzollern Sigmaringuen, y Amadeo de Saboya. Serrano intentó convencer al general Espartero para que aceptase su candidatura a rey de España, pero el viejo general la rechazó desde su retiro riojano. Por otra parte algunos diputados querían elegir al propio general Serrano, que era republicano. El Duque de Montpensier se excluyó de la lista al matar en duelo a su primo, cuñado de Isabel II, Enrique de Borbón. Los duelos estaban prohibidos en España, perseguidos por la justicia y por la Guardia Civil. Los diputados no podían elegir en conciencia a un delincuente, y menos los católicos. Muchos diputados favorables a la candidatura de Antonio de Orleans cambiaron su voto después del suceso. Pero no con dinero ni de Prim ni del estado, sino por el grave error cometido por el duelista. Sólo quedaron el alemán y el italiano. La candidatura de Hohenzollern fue rechazada tan de plano por Francia, que se piensa que originó la guerra franco-prusiana. En la encuesta europea que realizó Prim a través de las embajadas, resultaba como más aceptable para todas las potencias la elección de Amadeo de Saboya. Así que esa dirección tomó el conjunto de los diputados del partido de Prim, y otras facciones del congreso, consiguiendo 170 votos favorables a Don Amadeo.

Unos días después ocho sicarios matan al general Prim a tiros de trabuco. El grupo de ocho asesinos estaba comandado por el diputado republicano Paúl y Angulo. No existe duda, puesto que Prim reconoció su voz comandando a los ejecutores, y así lo comunicó al ministro del interior antes de su muerte. Cinco de los sicarios dispararon sus trabucos hacia el coche, y los otros dos se encargaron de encender las luminarias, para avisar que se acercaba el coche de Prim, atravesando la espesa niebla que se había levantado aquella noche. Tres días más tarde falleció a causa de sus heridas.

¿Quién se beneficiaba con la muerte del presidente del gobierno? Desde luego no Monpensier, autoexcluido con el maldito asunto del duelo. Luego la fortuna le sonrió con el reinado de su hija, casada con su primo Alfonso XII, al restaurarse la dinastía borbónica. Los republicanos se beneficiaron cuando abdicó Amadeo de Saboya. Pero fue una carambola inesperada también, con la que no contaba nadie. Así que quedan los más beneficiados y que además contaban con el dinero suficiente para perpetrar el atentado y seguir en el anonimato. El grupo en cuestión es el formado por los acaudalados financieros cubanos, que contactaron con Paúl y Angulo, para que organizara el atentado.

Pues pasó que con la revuelta de la república española y la huída de Isabel II a Francia, surgieron en Cuba gritos de independencia, estimulados por los Estados Unidos de Norteamérica, siendo presidente Ulises S. Grant. Prim ya había declarado que iba a conceder autonomía a los cubanos, no especificó cuanta, pero iba a ceder alguna. Esto no sentó bien en los círculos financieros de la Habana, fuertemente españolistas, y que podían ser perjudicados con las concesiones a los independentistas. Así que tenían motivos y dinero para matar al general Prim. Con la muerte de Prim no se volvió a hablar nunca más de concesiones a los cubanos independentistas. El resto de la historia ya la conocemos.

A finales del siglo XX se realizó una autopsia al cadáver embalsamado de Juan Prim. En ella los forenses discutieron  si el cadáver había sido estrangulado o no antes de morir, por unas señales en el cuello. No se pusieron de acuerdo sobre los signos encontrados. Sobre si las señales cervicales eran de estrangulamiento, o las dejadas por el cuello de la camisa y el corbatín cuando el cadáver se hincha en su descomposición. Dudas razonables. Si hubiera sido estrangulado, el mayor sospechoso del remate era el general Serrano, personaje con suficiente poder, y muy mal visto por la viuda del presidente catalán.