Tabla de Contenido
El día más largo
Guatemala, su nombre procede de la capital de un reino precolombino “Tecpán Quatemalán” Pedro de Alvarado fundó la primera ciudad castellana en 1524. Sus símbolos nacionales son un pájaro, el Quetzal, un árbol, la Ceiba, y una flor, la monja blanca. Desde el aire es completamente verde y montañosa.
La jornada del 13 de Julio comenzó a las cuatro de la mañana, para estar en el aeropuerto dos horas antes de mi vuelo a Madrid -Guatemala. Primer error, el aeropuerto abre a las cinco y media, y más de veinte pardillos estuvimos esperando en la puerta más de media hora. La huelga del SEPLA había respetado el vuelo a Guatemala, pero me obligaba a levantarme con los panaderos, para asegurar el enlace.
Tras cuatro horas en el T 4, me senté en mi asiento del Airbús 360, y comencé un vuelo de 11 horas, siete de ellas sobre el Atlántico y dos sobre el Caribe. El pasaje comprendía a viajeros que iban a Guatemala y a Costa Rica, en un 50%. Once horas de avión son muchas horas, a pesar de dos películas infames, tres colaciones insípidas, varios capítulos de un libro y múltiples ejercicios de tobillos, preventivos de la trombosis poplítea.
Durante la once horas de vuelo, el sol no se movió de mi ventanilla, ni la monjita cotilla del asiento de al lado. Gracias a los auriculares de mi asiento, y los del MP3 pude contener su riguroso interrogatorio.
El avión entro en Centroamérica por el golfo de Honduras, y atravesó el occidente de Guatemala hasta la capital. Desde el aire esta es muy extensa, con profundos barrancos construidos hasta el borde. Cuando las ruedas del enorme avión iban a dar con el borde de un barranco, apareció la pista de aterrizaje para salvarnos del desastre. El filibustero del SEPLA seguro que tiene otra versión de la maniobra.
En el aeropuerto me esperaba un “piloto” que “manejaba” un “carro” de un organismo gubernamental, y que me llevó al Hotel Las Torres. Los entrecomillados son palabras de uso corriente aquí, que si son sustituidas por las de uso corriente allí, pueden causar perplejidad, o risas (coche es palabra muy mal vista, al igual que coger)
Guatemala capital es la ciudad más grande de Centroamérica, ni sus barrios, ni sus calles tienen nombres, sino números. Así que la dirección del hotel era calle cuatro de la zona diez, junto a la sexta avenida (que separa la zona diez de la nueve)
El tráfico en la capital es un caos inimaginable, y se maneja rápido cuando no hay atascos. Atravesar un paso de cebra no es seguro, y un semáforo abierto para peatones, con cuatro ojos.
El Hotel Las Torres, que es el de uso corriente para los que vienen de la Fundación desde hace tres años, no superaría una miserable estrella de la clasificación española. Bien es cierto que en capital hay muchos hoteles mejores que este, pero las razones por las que se escoge este son: barato, buena zona, nos conocen, y para los días que estamos… Pues eso.
Tras dejar la maleta en el hotel, pues la ausencia de armario o perchas hacía innecesario abrirla, salimos a pasear por los alrededores, y a cenar. Aquí suele hacerse a las siete u ocho de la tarde. A las nueve ya te arriesgas a quedarte en ayunas.
A las nueve de la noche mi día duraba ya veinticinco de sus treintaiuna horas, y nos fuimos a dormir. Mañana teníamos una agenda apretada.
Guatemala capital
Me levanto a las ocho de la mañana, después de dormir de un tirón toda la noche, y me enfrento por primera vez a la peculiar ducha de agua caliente del hotel. A una gruesa “alcachofa” le llegan dos cables eléctricos, muy inquietante, solo hay una llave y la abro. Sale agua fría al principio y después se tiempla algo. Como no hay otro remedio me ducho. La agenda de esta mañana comprendía la visita a dos organismos gubernamentales, así que me visto de chaqueta y corbata, y salgo a desayunar.
En una cafetería excelente me pido un desayuno tipo español, café con leche y croissant relleno de queso y jamón (ya horneado con el relleno dentro).
Nos viene a recoger Henry, chófer de la SOSEP, nuestra primera visita. La SOSEP es la secretaría de la obra social de la esposa del presidente (sic) y nuestra visita es a la Dirección General de Hogares Comunitarios, organismo con el que colaboramos en nuestros proyectos. La curiosidad de la visita es que la hacemos con la maleta a cuestas, o a ruedas en mi caso, ante el asombro de la seguridad de la puerta. El motivo de tan extravagante presentación es que por la tarde nos trasladamos al Quiché, y el caótico tráfico de capital desaconseja dejarlas en el hotel. Finalizada la reunión nos trasladamos en otro vehículo del mismo organismo al Ministerio de Comunicación, Infraestructuras y Vivienda, con el que colaboramos en la construcción de casas para los afectados por el Huracán Stan. La entrevista es con el viceministro Gándara, el Ingeniero Hernández y la licenciada Claudia. Como hay que subir escaleras, trato de dejar la maleta en el mostrador de recepción. El funcionario, sentado, acepta la maleta y se la paso por encima del mostrador. Cuando en pleno esfuerzo veo que la está poniendo a su lado, reparo que es discapacitado, escoliótico y está sentado en una silla de ruedas. Tierra trágame, como me puede pasar a mí. Le presento mis disculpas, que acepta con una sonrisa.
Es una característica de los guatemaltecos su extremada amabilidad en las palabras y los gestos. Son comunes y casi obligadas frases como: me alegro mucho de verlo, cuanto placer en poderlo oír (al teléfono claro) cuídese, y multitud de fórmulas de buenos deseos.
En la reunión me pidieron si deseaba tomar algo, ante mi titubeo, el viceministro pide un cafecito, Manolo agua pura (luego lo explicaré) el ingeniero agua de vampiro ¿? y yo no quise nada. Naturalmente estuve expectante hasta que al ingeniero le pusieron un refresco de color rojo, cuya botella no vi.
En Guatemala se le llama agua a cualquier refresco, curiosamente no se lo llaman al café, aunque debieran. Si lo que se desea es realmente agua, debes añadirle lo de pura.
Tras la reunión, el viceministro nos regala un paquete de café con envase de lujo, otro paquete más para cargar. En la puerta del edificio nos encontramos con D. Beto, el extrovertido Alcalde de Palencia, que no nos deja negarnos a su invitación a comer en su municipalidad (nombre que en Guatemala se le da al Ayuntamiento, también se usa el diminutivo Muni) Con las maletas y el paquete de café nos montamos en el carro que maneja el mismo D. Beto.
Palencia es un municipio de 30.000 habitantes que está en el mismo departamento de la capital, y en donde vamos a financiar la construcción de un CAI (centro de atención integral al menor) financiado a su vez por la Diputación de Huelva. Su alcalde es un personaje extrovertido, vitalista y dicharachero, profesor de historia, del partido de la oposición, y que está acostumbrado a que se le haga caso. D. Beto manejaba el carro, con una mano en el móvil, otra en la cerveza que nos compró para el camino y el almuerzo, y tenía la costumbre de secarse las manos en la salida del aire acondicionado, eso sí, nunca las dos a la vez. Ya dije que Guatemala era muy montañosa, y el viaje a Palencia no fue la excepción. Curvas arriba y curvas abajo avanzábamos con el temor de atropellar o embestir al que se pusiera por delante. D. Beto conduce tal y como es, atropelladamente.
En su bonito despacho había aprovechado una de las paredes de un antiguo convento, en ella se apreciaba la cantería y el mortero de una muy antigua construcción.
En un patio ajardinado de la Muni, me enfrenté a mi primera comida guatemalteca, una sopa de gallina, con un trozo de la misma, en la que había zanahoria, patata, y otra verdura desconocida para mí, pero con aspecto de nabo, y en la que se echaba un arroz cocido con pimientos y tomates, limón, aguacate, y unas salsas una de cilantro y otra picante. Menos la ultima, yo le eché de todo, y el resultado no es como os figuráis.
Como a la comida había asistido la Directora de Hogares Comunitarios, que coparticipa en el CAI, nos volvimos con ella huyendo de otra demostración de manejo intermitente del volante. El chófer de la SOSEP nos llevó, con las maletas y el paquete de café, a nuestro destino: el Hotel Conquistador Ramada, donde celebraba su congreso el partido Socialdemócrata, actualmente en la oposición, pero en el que figura como candidato D. Pedro, alcalde de Chicamán.

D. Pedro, otro día hablaremos de él nos presta su carro, para que nos vayamos a Uspantán, en el departamento del Quiché, donde fijaré mi residencia hasta casi el final del viaje. El Carro lo maneja Manolo a lo largo de cinco horas, y yo me quedo dormido un par de veces. El “jet lag” supongo.
Guatemala está dividida en departamentos. Huehuetenango, Alta y baja Verapaz, Chimaltenango, Sololá, Petén, etc. El Quiché es el que más alta proporción de indígenas tiene, hasta un 80% de la población pertenecen a más de seis etnias, todas descendientes de los indios Maya. Se le conoce como el altiplano. Hablan diferentes dialectos, y en las comunidades más alejadas de los núcleos urbanos se necesitan intérpretes. Por otro lado este departamento es muy montañoso, y no todas las carreteras están asfaltadas, lo que hace difícil y lento el desplazamiento.
En carretera se conduce como en la capital, al borde del infarto y haciendo caso omiso de líneas continuas y otras zarandajas. Los coloridos autobuses, van abarrotados, y con algunos pasajeros en el pescante. Los buses son privados, supongo que con una tarifa regular, pero esta circunstancia hace que en la carretera se produzcan carreras entre ellos para ver quién llega primero a una suculenta parada. “Los encuentros” o “Cuatro caminos”, son de esas paradas suculentas, como su nombre indican, con una multitud de carros, autobuses compitiendo y gente en la cuneta, que pasamos por el camino.
Cuando paramos a cenar, a las nueve y media, no había ni un alma en la calle, ni en la cocina del restaurante conocido, por lo que esa noche nos quedamos en ayunas.
A las doce de la noche tuvimos que despertar a Doña Gabi, que regenta el Hotel Casablanca de Uspantán, para que nos diera cuartel. Manolo ya tenía ocupada la habitación número cinco, y yo me quedé en la cuatro. Aquel habitáculo, con baño en el pasillo, sin sillas, ni armario, ni perchas, con paredes de un color indefinible, no por la rareza del color, sino por lo parcheado, no merecía tener ningún número. No obstante dormí toda la noche de un tirón, salvo dos salidas a orinar en medio de la noche al baño de al lado.
Belejú
Ayer olvidé decir que, al entrar en el departamento del Quiché, pasamos una aduana curiosa. Las señales obligaban a entrar en una especie de techado como los de las gasolineras, pero sin surtidores. Allí debajo un señor nos preguntó si llevábamos algún tipo de fruta o verdura. Ante nuestra pinta de ciudadanos, nuestro acento español y la consiguiente negativa, nos dejó pasar sin el consabido registro, naturalmente con una sonrisa y excelentes deseos de buen viaje. Al parecer hubo una epidemia fito sanitaria, ya extinguida, pero aún no han retirado la prohibición de importar estos productos en el departamento. Que, sin embargo, sí se pueden exportar. Me dijeron que hay otro departamento con unas medidas similares.
Tras la aduana, pasamos por Chichicastenango, Santa cruz del Quiché (la capital del departamento) Sacapulas, Cunén, y San Miguel de Uspantán, nuestro destino. Todos estos municipios están al sur de la sierra de los Cuchicamanes, un ramal de la sierra madre que toma la dirección del este. El río principal que bordea el sur de esta sierra es el Chixoy, que más al este de estos municipios gira al norte y durante bastantes kilómetros hace frontera con México. Cuchicamanes es el nombre de una etnia precolombina.
Al despertarme me llevé todos los bártulos para la ducha en el baño de al lado. La ducha era la misma que en el hotel las torres, la alcachofa eléctrica. Pero aquí no calentaba el agua, ni aunque tuvieras el menor chorrito. El sistema de la ducha es que a menos caudal más caliente, y al contrario. Aquí no funcionaba. Me duché con agua fría, estaría de dios.
Bajé a desayunar antes que Manolo. Se desayuna en la cocina, en un mostrador que divide la habitación en dos, con bancos a ambos lados. Allí estaban dos hijos de Doña Gabi, la suegra, una estudiante de medicina en prácticas, dos criadas indígenas, y el que suscribe.
Doña Gabi es una mexicana, de unos cuarentaitantos, bien rellena, que habla en alta voz, bromea constantemente, y se mete con todo el mundo. Regenta el Hotel con la ayuda de dos o tres indígenas, y vive con tres hijos, dos de ellos veinteañeros y otra hija adolescente. Está casada con un guatemalteco de Uspantán que trabaja en EEUU, y tiene alojada a su suegra, una india de noventa años.
Los guatemaltecos tienen una forma de hablar muy parecida a los mexicanos, de hecho toda la frontera norte de Guatemala es mexicana, pero la entonación es más cantarina y dulce que la de sus vecinos del norte.
Un vistazo a los platos del desayuno me hizo pensar que tendría que afrontar el desayuno guatemalteco. Un tazón de flojo café ya azucarado en origen, de puchero y confeccionado en una olla, frijoles (chicharitos negros) huevos con jamón de York picado, queso, salchichas (en realidad chorizo bajo en pimentón) y tortillas de maíz. Francamente rico y sustancioso. Luego veremos que me vino muy bien ese desayuno fuerte. Bajó Manolo y se pidió pan de molde con mantequilla y el mismo café. Interesante descubrimiento.
La agenda de esa mañana nos llevaba a Belejú, una comunidad de la municipalidad de Chicamán, cuyo alcalde era el que nos prestó el carro, y que ese día aún estaba en el congreso de su partido. El año que viene hay elecciones en Guatemala. El actual gobierno es conservador. Este congreso es de la oposición. Pero como en Guatemala van juntas las elecciones municipales y las estatales, los alcaldes toman un peso importante en el partido. Me decía uno de ellos que a los diputados nos los conocía nadie, por esta concurrencia. Por otro lado en Guatemala está legislado que un presidente no puede repetir candidatura. Así que el partido socialdemócrata afila el cuchillo viéndose con posibilidades.
Desde Uspantán hacia delante no hay nada asfaltado, caminos terrizos y, a causa de la lluvia, estropeados. Los japoneses construyen una carretera desde Chicamán a Cobán (ya en el departamento de Alta Verapaz) y el Ministerio de CIV repara la carretera desde Uspantán a Chicamán.
Los carros en el Quiché son todo terreno, como no podía ser de otra manera. Pero del tipo “Pick Up”, es decir tienen una cabina para dos o cuatro pasajeros, y una plataforma de carga. Es costumbre cuando va un carro por estos caminos, que los viandantes le pidan jalón. Significa que los lleve a algún sitio de la ruta en la plataforma de carga. Cuando se bajan, avisando previamente con unos golpes en la cabina, siempre preguntan que cuanto les cobra por el jalón.
El camino a Belejú duró una hora larga, siempre con curvas y cuestas, y durante algunos kilómetros había barranco ora a la derecha ora a la izquierda. El punto más crítico se llama el mosquito, y es un istmo de unos cuatro metros que va de una a otra montaña, con barranco a ambos lados. Se accede al mosquito por una cuesta por ambos lados, pero para el lado de Belejú tiene hecho unos carriles de cemento, dada la impresionante pendiente.
Belejú está en lo alto de la montaña, tiene novecientas familias muy diseminadas por la cumbre de la montaña. Tres iglesias, tres escuelas, y la alcaldía auxiliar. Por estar tan altos, no tienen fuentes de donde tomar (aquí es de mal gusto decir coger) el agua. Deben caminar tres horas monte abajo y subir con ella, o tomarla de unos infectos charcos. Nosotros íbamos a repartir 77 tinacos para recoger agua de lluvia, que pagaba la fundación, con lo que, con los ya repartidos, conseguíamos que todas las familias tuvieran ese recurso. El motivo de la visita era comprobar que los beneficiarios tuvieran las bases de cemento y las láminas de aluminio, que pagaba la muni, bien colocadas. Y que no se hubieran elegido beneficiarios que contaran con tanques de agua de cemento. Allí pasamos toda la mañana y parte de la tarde. D. Manuel, el alcalde auxiliar, tiró unos petardos en mi honor.

Estas familias viven en un habitáculo de madera y techo vegetal o de chapa. En dicha vivienda, con suelo de tierra, duermen todos juntos, y cocinan con leña. El humo salía por los huecos. Se parecía a la de Alfredo Landa al final de la película Los Santos Inocentes. Cultivan en los alrededores de la casa la milpa (maíz) y el frijol (chicharito) enrollado en la milpa. Crían unas gallinas, que llaman criollas y tienen un pequeño huerto. La tierra es negra, esponjosa y muy fértil, pero con mucha capacidad de originar corrimientos, deslaves lo llaman aquí, en días de lluvias fuertes.
En Belejú están organizados por barrios (San Sebastián, San Marcos, San Antonio y San Pedro) que eligen a los miembros del Cocode (consejo coordinador del desarrollo) y a su líder de barrio. Entre todos eligen a su alcalde auxiliar. Son de etnia maya, hablan quiché, y muy pocos hablan ladino (castellano). Nos acompañaba Pablo, un funcionario de la muni de Chicamán, que vive en Belejú, y nos hace de traductor.
Acabada la tarea, nos bajamos a la muni de Chicamán a imprimir unos convenios para un CAI que se está construyendo. No tuvimos oportunidad alguna de comer nada.
Por el camino de vuelta, nuestro chófer Mainor Antonio, al que llaman Tono, nos bajó a ver un puente colgante sobre el río negro. Paraje verdaderamente pintoresco.
Sobre las ocho llegamos al hotel en Uspantán, y nos dispusimos a ir a cenar. En la puerta del hotel nos abordó D. Álvaro Urizar, vicealcalde de Uspantán, que quería platicar con nosotros. Nos recomendó un restaurante, nos acompañó durante la cena, él ya había cenado, y nos concertó una cita con el alcalde, D. Víctor, que estaba en el mismo congreso antes nombrado.
Durante la cena nos habló de proyectos turísticos y agropecuarios para la zona reina, el embudo y la laguna Danta. Nosotros le pedimos carro y chófer para el día siguiente, que teníamos que visitar varias comunidades de Uspantán. Nos dijo que en Laj Chimel iba a haber una inauguración de unas casas al día siguiente, que él iba a estar, que estaría Rigoberta Menchú, pues era su pueblo, y unos españoles que financiaban las casas. Le dijimos que si podíamos, nos acercaríamos. Tras la cena nos retiramos a dormir.
En la cama medité: llevaba dos días en Guatemala, uno me quedé sin cenar y el otro sin almorzar, y la ducha es fría. Va a ser duro esto.
El embudo

A la mañana siguiente, después de ducha fría y desayuno de tostadas con mantequilla y revuelto con jamón, vinieron a buscarnos Marvin y Baltasar, chófer y técnico de la muni de Uspantán. Le enseñamos el listado de las comunidades a las que queríamos visitar, y nos dicen que todas son de la “zona reina”. Inaccesibles con carro. Solo son accesibles a caballo, tras cuatro y hasta ocho horas de camino.
Yo ya había oído hablar de la zona reina a D. Álvaro Urizar la noche anterior. Nos hablaba de su belleza, de su potencial turístico y productivo del cardamomo, de que la municipalidad estaba construyendo una carretera para llegar a esas más de noventa comunidades, Que tenían acceso a determinados productos a precios más elevados, porque los llevaban con avionetas fletadas desde Cobán (capital del departamento vecino de Alta Verapaz)
La zona reina está al norte de Uspantán y Chicamán, al otro lado de la sierra de los cuchucamanes, y algo más baja de altitud, es frondosa, con bosques nubosos, donde dicen que se puede ver el quetzal. La habitan indios de la etnia Ketchit.
Como era imposible ir a las comunidades previstas, Decidimos visitar el embudo, la laguna Danta y a Rigoberta Menchú. Marvin, socarrón y filósofo a su manera, enfiló el carro hasta el Caracol, comunidad ya visitada por Manolo hace unos días. Ni Marvin ni Baltasar sabían ir al embudo, y nos bajamos del carro para preguntar por Celestino, guía habitual de ese fenómeno. Lo encontramos cargando leña para su casa, cuando le propusimos la visita, dejó la leña y se vino con nosotros, armado con su machete.
Los habitantes de la montaña siempre van con un machete de sesenta centímetros al cinto, para cualquier necesidad. Iniciamos la ascensión hasta la “montaña que se hundió” según la terminología local. Mi poca costumbre, mi sobrepeso, mi hábito del tabaco, y el mal de altura (estábamos a más de 2.300 metros) hizo que la subida fuera fatigosa, con frecuentes paradas para controlar mi taquicardia. Cuando el cansancio había pasado del sistema cardio-respiratorio al muscular de las piernas, nos encontramos un cultivo de papas, que había sembrado el propio Celestino. Admirable, comenzar a cavar a la altura en que los mortales estamos asfixiados. Por el camino dejamos abierta una potrera (puerta para encerrar el ganado) según indicación de Celestino. Libre comercio, comentó Marvin.

En una llanada, próxima al embudo, crecían multitud de fresas silvestres muy en sazón, de la que Marvin se aprovisionó. Por fin llegamos al embudo, una enorme dolina, de unos doscientos metros de diámetro y otros tantos de profundidad. Formada hace 50 años aproximadamente, según relato de Celestino, por el hundimiento de alguna enorme cueva interior, La población local le daba un sentido mágico, y decía Celestino, que por la noche sonaba la marimba.
Tras el embudo Celestino nos propuso visitar un altar maya, que estaba cercano. Aceptamos, y rodeamos el embudo atravesando un buen trozo de selva tropical, en la que Celestino abrió el camino con el machete. Tras unos trabajosos quince minutos a través del inaccesible paraje, nos enseñó una piedra basáltica al borde del barranco, con un vaciado redondeado vertical.
Descendimos, nos despedimos de Celestino, y nos pusimos en camino hasta Laj Chimel, el pueblo natal de Rigoberta Menchú, donde estaba de inauguración. Por el camino nos bajamos en la laguna Danta. La notoriedad de esta redonda laguna, que no tiene más de cincuenta metros de diámetro, es que se vacía en la época de lluvias, y se llena cuando no llueve. No tengo porqué dudar de mis informadores, pero su aspecto no tenía nada de particular.
Tras un recorrido por caminos y vericuetos, bajamos a la aldea de Laj Chimel, donde estaban terminando los actos de la inauguración. Bajamos a la escuela por una cuesta muy pronunciada, y allí había bastantes habitantes de la aldea, y algunos personajes, entre los que estaba naturalmente Rigoberta Menchú, sus dos guardaespaldas bien armados (subfusil ametrallador) D. Álvaro Urizar, que nos presentó a Rigoberta, y otros personajes más que luego comentaré. Doña Rigoberta ya conocía nuestra fundación, pues con la suya pusimos agua entubada a esta aldea precisamente, y financiamos una cooperativa de café en Villa Canales. Salimos escaldados de esta relación, por los porcentajes que se llevaba la fundación de Doña Rigoberta, de los proyectos y de los pobres cultivadores de café de Villa Canales. Eso motivó que empezásemos a venir a Guatemala.

A los cinco minutos, Doña Rigoberta se fue, pues tenía que viajar a capital, y eso quedaba a seis horas de viaje. D. Álvaro nos presentó al otro español, que resultó ser José Ibáñez, un jubilado catalán, supongo que con dinero, pues preside una fundación a su nombre, que ha financiado las casas que inauguraban, y que estaba pensando en buscar oficina aquí en Guatemala, para dejar de colaborar con la Fundación Rigoberta Menchú, según nos dijo en un aparte. Estaba acompañado por un chófer de la Menchú y por tres japonesas.
Allí me enfrenté a la primera comida de riesgo, pues nos invitaron a autoridades y acompañantes a comer en la escuela, donde montaron unas mesas. Comimos el ya conocido condumio a base de caldo de gallina, con trozo del ave, arroz para añadirle, y algunas verduras ya dentro, y el consabido exceso de cilantro. Para beber con la comida un tazón de café. De riesgo porque estaba preparada por las aldeanas, con sus propias manos. No podíamos negarnos, comieron el vicealcalde, su hijo, el tal Ibáñez, las tres japonesas y otras personas de la localidad. Como escribo con el suficiente retraso, puedo afirmar que no pasó nada malo a nuestro tubo digestivo.
Tras el almuerzo nos dispusimos a volver a Uspantán. Al enfilar la enlodada cuesta arriba, el carro de D. Álvaro patina. Marvin pontifica que es porque su sistema de marcha reductora y tracción a cuatro ruedas es automático, que el manual es mejor para estos casos. El caso es que Marvin sacó a remolque con una soga el carro del vicealcalde, ayudado por varios vecinos que vinieron a empujar a la autoridad.
Llegamos al hotel tarde, pues teníamos una reunión con el constructor de los CAIs, el ingeniero Josué. A mi parecer demasiado joven para ser ingeniero, pero tiene una empresa y unos títulos que así lo acreditan. Durante la reunión vino a buscarnos D. Álvaro, para que acudiéramos al restaurante, pues el Alcalde de Uspantán D. Víctor, quería gustosamente invitarnos a cenar, y a platicar un rato. Tras acordar con el constructor el precio de la construcción, conocimos a D. Víctor. Había vuelto esta tarde del ya famoso, en estas crónicas, congreso del partido.
D. Víctor no parece tener madera de político, nos comentó que estaba contento por la nueva línea que la cúpula del partido había formulado para el año próximo, pero también estaba asqueado de los niveles de corrupción que había en la política en general y la extraordinaria lentitud y desidia en el funcionariado en particular. Se interesó por nuestros proyectos en su municipio, los celebró y agradeció. Pagó la cena y nos retiramos a dormir.
Me quedo solo
Tras la consabida ducha de agua fría, desayuno plátano, melón, huevos tostadas con mantequilla y dos tazones del café de marras.
Hoy lunes Manolo se va a capital, tendrá allí unas reuniones, y mañana volará a Madrid-Sevilla. Lo lleva Marvin, y yo lo acompaño a Cunén. D. Armando, el alcalde de Cunén, debe firmar el convenio para iniciar las obras del CAI. Manolo me previene del personaje. Tiene fotos del año pasado de Manolo con él, y se le veía la “escuadra” (pistola) al cinto. Al entrar a la municipalidad las caras son más serias que en otros lugares. El propio personal de la muni no se atreve a tocar a la puerta del despacho del alcalde. Por fin nos hacen pasar a un enorme despacho, perfectamente amueblado y decorado. Y tras platicar unos instantes firma el convenio y nos hacemos fotos. Pone mucho interés en hablar con el constructor. No le decimos que está abajo preguntando precios de materiales y maquinaria para rentar.

Los tres que estaban en su despacho nos acompañan a el lote (parcela) El ingeniero constructor nos acompaña también. Nos hacemos fotos, disponemos la orientación del edificio, preguntamos por los enganches de agua, luz y drenajes (aguas residuales) y me despido de Manolo que se marcha para capital.
El ingeniero quiere contactar con el homónimo de la municipalidad, y nos dirigimos de nuevo a la misma. Nadie nos quiere dar razón y nos vuelven a introducir en el despacho del alcalde, que se muestra reconfortado de conocer al constructor, toma su nombre y teléfono, y lo cita para el día siguiente, para platicar junto con el ingeniero. En el camino de vuelta coincidimos en que el alcalde quizás quiere comisión del constructor.
Ahora comentaré algunas consideraciones del tráfico en Guatemala. Las matrículas tienen como fondo y en color una pirámide maya de las ruinas de Tikal. El manejo de los intermitentes es muy importante: cuando se va a parar, por cualquier causa se encienden los cuatro intermitentes, ya vayas a parquear (aparcar) o simplemente detenerte; cuando se va a reincorporar uno al tráfico, no debe ponerse el intermitente de la izquierda, error, ese intermitente quiere decir que puedes adelantarme, no hay obstáculo ni peligro. Cuando vea poner el intermitente de la derecha ya lo contaré, solo llevo aquí siete días.
Ya dije que los guatemaltecos eran muy corteses. Siempre que te cruzas con ellos te saludan y debes saludar, aunque no lo conozcas de nada. Pues bien, al volante es igual. Constantemente se saludan con las bocinas, la diferencia es que si lo conoces, los bocinazos son más prolongados. Esto sucede en el área rural, en capital no lo vi. Los saludos son tan obligados, que no debes evitarlos ni a las seis de la mañana. Así que ya sabéis cual es mi despertador, la Reina de Uspantán, la camioneta del pueblo donde vivo. Aunque es preciso decir que no todos los días se encuentra con muchos conocidos. Algunos montan hasta ruidos especiales, para reafirmar sus saludos.
El ingeniero me lleva a Chicamán, D. Pedro, su alcalde, el que nos prestó el carro de la muni, ya ha vuelto de capital, y debo conocerlo. Está en una reunión con los líderes de las aldeas, algunos ya los conozco del sábado, los de Belejú. Allí en Chicamán cambio dinero, hago una fotocopia del pasaporte y me reúno con D. Pedro. Se mueve por su municipio como un padre, es accesible para todo el mundo, para todo tiene respuesta y se interesa por cualquiera que se cruza en su camino.
Me llevará él a Uspantán, lleva en el carro a dos señoras y a un señor, para ir al abogado a un asunto de compraventa, las dos señoras compran, y el señor vende. Los abogados en Guatemala hacen de notarios también. Por el camino da jalón a todo el que se lo pide, y de forma gratuita. Se presenta a la reelección, no me extrañaría que lo eligieran de nuevo.

Durante mi reunión con él, después de sentirme medido y sopesado, me pide, una ambulancia y una piscifactoría (aquí no hay costumbre de comer pescado, incluso hay un dicho sobre esta comida, que cuando lo sepa os contaré) y el hermanamiento con algún municipio español. Las señoras que iban en el coche a comprar, cuando fuimos presentados, también querían la reparación de la iglesia de La Parroquia, aldea alejada de Chicamán.
Como ha sido otro día sin almorzar, ceno temprano en el hotel. Doña Gabi está preparando una gran mesa, vienen a comer, no a alojarse, 18 yanquis de su iglesia metodista, que van a pasar cuatro días en Uspantán poniendo ventanas a la iglesia, metodista claro está. No se alojarán aquí, pero si harán las tres comidas del día. Ellos cenan a las seis, y nosotros a las siete y media. Espaguetis con carne picada, tortillas de maíz, queso y agua.
Tras la cena escucho una orquesta cercana desde la cocina donde hacemos las comidas, pregunto si hay fiesta y Doña Gabi me dice que es una “Church” que pararán pronto, y que rezan los lunes miércoles y viernes.
Pararon sus escandalosos rezos a las doce de la noche. Cuando paraba la orquesta, el pastor arengaba a los fieles micrófono en ristre, con gran arte en la declamación, no se si en la oratoria, pues no se entendía del todo bien.
Es oportuno decir ahora que en el Quiché hay profusión de iglesias, siendo predominante la católica, pero he visto pequeñas iglesias adventistas, evangélicas, del séptimo día, anabaptistas… La gente es muy religiosa, todos los transportes, ya sean de personas o cosas, llevan frases alusivas a dios, la virgen o Jesucristo.
Doña Wendy
Me levanto a las siete, ayer heredé el cuarto de Manolo, el número 5, ya tengo sillas para colgar la ropa, agua caliente, y dispongo de más tiempo el ordenador. Esto empieza a mejorar. Desayuno piña, papaya, tostadas con mantequilla y el café.
Me recoge D. Pedro, alcalde de Chicamán a las nueve de la mañana, habíamos quedado a las ocho, Pero aquí las cosas tienen su ritmo. Durante la hora de espera me digo. Tengo que saludar a Doña Wendy de Berger, la primera dama, la jefa de la SOSEP, con la que colaboramos. Estos días está por el Quiché, ayer en Santa Cruz del Quiché y Sacapulas, Hoy es Uspantán y en Chicamán, mañana no lo sé, pero será lejos. A las ocho estaba en Uspantán y a las diez en Chicamán. Como me temí lo peor, me dirigía a la municipalidad de Uspantán cuando D. Pedro me recogió.
Recogió a su esposa, y nos llevó a Llano Grande, una aldea muy cercana en la que hay un hogar comunitario, en el que se prepara un acto de bienvenida. Llegamos a las diez, y allí nos dicen que Doña Wendy llegará a las once y media, que ha pasado para otro lugar, en el que estará una hora. Allí estábamos el alcalde, su esposa, tres policías superarmados, las maestras, veinticuatro niños, una pareja de jóvenes, y una orquesta con dos marimbas y percusionista (cada marimba la tocan dos músicos con los palitos, por lo que son cinco los músicos)
Las maestras están acabando de decorar el pequeño recinto, han echado hojas de pino por el suelo, un arco de ramas y flores cubre la puerta, cada rincón del hogar es un primor, tratan de poner una colgadura, y me piden opinión. Yo tengo que tener fotos del posible saludo con la primera dama, y voy descartando, los policías, ni pensarlo, los músicos, las maestras, el alcalde, su esposa, tampoco. Me dirijo al joven que anda por allí, le explico la cuestión, y me dice: disculpe señor, no va a ser posible, yo soy de seguridad de la primera dama… no lo dejé seguir, tierra trágame. Acuden invitados los dos enfermeros del centro de salud de Chicamán, el director del hospital nacional de Uspantán, el jefe y el secretario de bomberos. Por fin, un chico con una cámara de vídeo. Lo abordo, le explico, le entrego la cámara, y acepta, después de criticar su capacidad de memoria y antigüedad.
A las once viene un policía con una labradora, de las de patas cortas, con la nariz roja de la edad, la acaricio cuando ha terminado su trabajo. Las once y diez, viene otro policía con un pastor alemán (me refiero a un perro, claro) El “cameraman”, Jorge Cifuentes se llama, le dice que ya pasó otro perro hace un rato, y pega la hebra con el policía. Van colocando identificación absolutamente a todo el mundo menos a mí. Me preocupa que sin cartelito me echen, lo consulto con la maestra que los reparte, me dice que no me preocupe. Llevo la camiseta de la fundación, será por eso. Aparecen unas quince madres indígenas con sus niños colocados a la espalda con un mantón. Las colocan a un lado. Las once y media, los nervios se desatan. Las maestras colocan a los niños, las marimbas suenan, el animador resulta ser el jefe de bomberos. Llega la primera dama con cuatro guardaespaldas y rodeada de gente de la SOSEP, entre las que se encuentra la licenciada Doña Nora, que conocí el primer día en capital. Me saluda de lejos Doña Nora, y Doña Wendy entra en la clase donde le esperan todos los niños con sus babis y bien sentaditos. Son críos de cuatro o cinco años, que están en esta especie de guardería preescolar que son los hogares comunitarios de la SOSEP. Dentro de la clase D. Pedro debe decir algo, pues Doña Wendy me hace pasar, me saluda efusivamente, y me dice que mi lugar está allí dentro. D. Pedro hace un discurso muy sentido, aplausos. Dos niños hacen una representación de las actividades que aprenden allí dentro, más aplausos. Doña Wendy regala a cada niño un par de zapatos donados por una fundación alemana cuyo nombre no recuerdo.

Al salir de la clase, vuelve a agradecerme la labor que realizamos y yo la llamo Doña Wilma, tierra vuelve a tragarme. Confío que con el ruido de las marimbas y de la gente saliendo no me haya escuchado. Ya fuera Doña Nora me da cancha con lo de los CAIs, yo digo unas breves palabras y hasta Doña Wendy me aplaude. Tengo foto.
Se va la primera dama, y me relajo. Jorge Cifuentes no se cree que no la conocía, pero si te saludaba como a su “cuate”, comentaba. He triunfado.
Tras la tormenta viene la calma, sacan unas mesas, unas sillas y nos sirven una comida de… el ya sabido caldo de gallina, con gallina, verduras, arroz, y de beber, hoy cocacola.
Después de la comida D. Pedro me lleva a su casa, se quita la corbata, la chaqueta y a su esposa, y seguimos el programa previsto, vamos a Pajuil. Allí hay convocada una reunión de la comunidad con motivo de la visita. Pajuil ha pedido tinacos hace poco, pero D. Pedro me maneja como a su gente, y con la asamblea pretende que nosotros cambiemos los tinacos de 1.700 L. por tanques de cemento de 3.000 L. La municipalidad carga con el sobrecoste.
Ante las más de cien personas entre mujeres y hombre, líderes electos (alcalde auxiliar y miembros del cocode) acepto presentar esta proposición al patronato de la fundación.

El camino ya me es conocido Belejú, el mosquito, Ojo del agua, Cumbres del Rosario, Cumbres de las flores, Chicamán y Uspantán.
En la cocina de Doña Gabi observo que hay pasta para cenar, y yo tengo ganas de cerveza. Me voy al restaurante y como pollo “empanizado”, con zanahorias y judías verdes cocidas, arroz y papa asada de guarnición.
Mañana toca el reparto de los 77 tinacos de Belejú. Está lloviendo mucho y están perdiendo la oportunidad de llenarlos, y además están hartos de vigilarlos durante la noche.
El diluvio
Hoy va a ser un día largo, vienen a recogerme a las ocho de la mañana, y me levanto a las siete. No hay agua caliente, ni en el cuarto de Manolo ¿? Otra vez a ducharse a la inglesa. Bajo, hago las llamadas pertinentes y me dispongo a desayunar. Un trozo de Piña, un trozo de papaya, unos muy ricos panqueques (masa de harina de maíz y trigo con leche y levadura a la plancha, ya preparada en una caja, solo para añadir agua) se toman con melaza. Doña Gabi los ha hecho en honor de los yanquis metodistas, o viceversa. Están muy ricos. El cielo está cubierto y llueve suavemente.
Mi chófer hoy es el bigotes, porque el carro nuevo de la muni lo tiene D. Pedro, y el Mitsubishi del 2002 está en reparación. Son las nueve y aún no ha llegado. Cinco minutos más tarde se planta un coche ante mí del que no veo su interior. Al hotel llegan multitud de viajantes y carros que vienen a recoger a los viajantes, uno mano sale por la ventanilla y señala hacia el cielo. Entiendo que es una señal y me monto. Efectivamente yo ya había visto al bigotes en Chicamán, deambulaba por los alrededores del ayuntamiento con pinta de cuatrero, y yo pensé: he aquí un individuo de tan mala catadura, que nunca me juntaría yo con él. El motivo del apodo es, como no podía ser de otra forma, unos bigotes que le cuelgan en guedejas medio palmo por debajo de la barbilla. El carro es viejo, más bien muy viejo, según me cuenta un Toyota del 81. Su cristal lo sube y baja con las manos, para subir y bajar el mío, me tiene que dar la manilla que tiene aparte. Pero lo más espectacular y característico es el parabrisas. Tiene pegadas unas tiras para oscurecer el parabrisas por arriba, por abajo por el centro y por los lados, con lo que solo deja para visión natural un palmo para él y otro para mí. Además tiene por arriba y en el centro unas letras que ponen El Bigotes, y otras más de formas extrañas. Me lleva a Chicamán, y por el camino echa la culpa de la avería del Mitsubishi de la muni, que cuesta más de tres mil euros al cambio, a la marca, y al torpe conductor. Elogia a Toyota, y dice que su carro es capaz de subir una pendiente así, y pone la mano casi vertical.
En la muni de Chicamán están ya preparando los contratos de los beneficiarios, en dichos contratos se comprometen a cuidar de los elementos que se les entrega, y van firmados por la fundación, la muni y ellos mismos en sus tres copias. Acabadas las firmas y cargado el carro con los tubos, que se quedaron sin subir el otro día, subimos con el carro de marras Tono, que lo maneja, Marlon, para apoyar la escribanía y yo.
Tono y Marlon comentan con risas el estado del carro y su decoración, pero no dudan en que nos llevará bien. Entonces me entero que no tiene freno de mano. Eso significa que no debe calarse, y si lo hace, que sea en llano. Absurdo, en llano no se cala ningún carro. Mientras vamos subiendo va aflojando la lluvia, que pronto nos deja. El camino me lo se de memoria, y el mosquito se pasa sin problemas, aún con piso mojado, eso sí, con tracción a cuatro ruedas y marcha reductora.
En Belejú se habían reunido muy pocos beneficiarios por motivo de la lluvia caída durante la noche y parte de la mañana, así que se dispuso que el carro saliera con música y un altavoz diciendo en su idioma que bajaran a la alcaldía auxiliar. Mientras estábamos asignando números y escribiendo los datos del beneficiario.
A la una, D. Cirilo, líder del barrio de San Sebastián, nos pidió que paráramos para ir a comer a su casa. Aduje dieta, gastralgia, falta de tiempo para concluir, inútil, la mirada de determinación de D. Cirilo me hizo entender que sería una ofensa no aceptar. Llegamos a la casa de D. Cirilo un grupo de 15 personas, luego supe que eran todos los líderes y presidentes de los cocode de Belejú, con su alcalde auxiliar.

Se trataba pues una comida oficial para solicitarme por escrito financiación para estufas mejoradas. Ellos vienen cocinando con un fuego de leña en combustión libre. La estufa mejorada es cerrada, una carga de leña dura cuatro veces más en ellas, y tiene chimenea, que saca el humo de la habitación. Aducen además que el bosque cada vez se separa más de la aldea, y eso puede ocasionar que disminuyan las lluvias.
La casa de D. Cirilo es de una sola pieza, de madera, con techo de chapa y suelo de tierra mide unos treinta metros cuadrados. Frente a la puerta está el tradicional altarcito, con profusión de imágenes religiosas y algunas velas, hoy apagadas. Se aprecian en las esquinas y pegadas a las paredes cuatro camas, sin cortinas que las separen de la vista, y en el centro de la habitación han puesto dos mesas y varias sillas. Después de que pasaran al interior algunos y esperando un rato que se sentara alguien, me dice Pablo, el traductor: siéntese D. Fernando, si no, nadie puede sentarse. Abrieron unas cervezas, que habían comprado por el camino, y observé que todos tenían su botella con el tapón sobrepuesto. Pongo yo el mío también, y me vuelve a decir Pablo: beba algo D. Fernando, si no, nadie puede beber. Nos pusieron de comer la clásica comida de: caldo de gallina, hoy sin verduras, arroz y un trozo de gallina dentro. Segunda comida de riesgo. Hoy, sigo con retraso, puedo decir que tampoco pasó nada.
Tras la comida dispusimos que unos en la alcaldía auxiliar rellenaran y leyeran los términos del contrato a cada beneficiario, y otros bajábamos a donde estaban los tinacos, para pintarles el número y entregarlos. Algunos se lo llevaban a cuestas ellos solos con su cuerda a la frente (forma típica de transportar peso los varones, las mujeres lo llevan en equilibrio sobre la cabeza recta) otros se buscaban ingeniosas formas para transportarlos.

Cuando llevábamos unos cuarenta repartidos apretó la lluvia con tal fuerza, que parecía que el mar quería cambiar de sitio. Unos quince ni siquiera fueron a firmar los contratos, y otros veinte dejaron sus tinacos ya pintados con el número de su copia del contrato allí, tal era el aguacero.
Yo temiendo el paso por el mosquito, les dije a Tono y a Marlon que nos fuéramos. Tomé (aquí es de mal gusto decir coger) las copias de los contratos ya firmados, y dejamos el resto del reparto a los líderes locales.
La vuelta, que hicimos muy despacio, y a pesar de la lluvia dando varios jalones, no tuvo más problemas que los limpiaparabrisas del dichoso carro del bigotes, que dejaban de funcionar de vez en cuando. Había que parar en un llanete (no había freno de mano) abrir el capó, darle unos golpecitos al motor del limpia, y continuar la marcha. Llegando a Chicamán los limpias se negaron a funcionar de ninguna de las maneras, y tomamos el carro del padre de Tono para seguir camino hasta Uspantán.
La carretera estaba en reparación, y el puente sobre el río tenía un desvío. Al pasar comentamos que no sería extraño que el río se llevase el desvío, si seguía lloviendo así. Fui directamente a cenar al restaurante de varios días, ya era muy tarde, las nueve de la noche, para comprometer a Doña Gabi. Cené un sándwich con patatas fritas y pan de ajo con mantequilla.
Me olvidé decir que desde ayer los alcaldes del Quiché no son accesibles, el viernes hay gabinete móvil. Todo el gobierno, con D. Oscar de Berger al frente, estará en el Quiché. Los alcaldes aprovecharán esta reunión conjunta con los distintos ministros para formalizar peticiones al más alto nivel. Desconozco cada cuanto tiempo se celebra este evento.
Algunos términos más: almacén es bodega, y almacenista bodeguero, las curvas cerradas son ganchos, y las elevaciones de la calzada para limitar la velocidad túmulos.
Algunos significados ocultos: “ahorita mismo” pueden ser varias horas, y “fíjese que” significa, según contexto, va a ser que no, o que te crees tu eso.
Aislado
Llevo una semana en Guatemala, hoy me quedo en Uspantán sin salir. La lluvia ha impedido que avancen las obras de Chicamán y comiencen las de Cunén, ayer se repartieron los tinacos, no todos, y dentro de una semana iré a ver como están instalados. El lunes visitaré zona reina. Mañana iré a visitar La Campana, los carros no llegan y hay que caminar media hora. Como ponen el mercado en Belejú, y no se puede pasar, vienen por mí a las cuatro de la mañana. Viene el bigotes, no hay otro carro que pueda llegar hasta cerca de La Campana, pero viene conduciendo él, que sabe de que va su carro.
Me entero que la lluvia se llevó anoche el puente entre Chicamán y Uspantán. El que comentábamos horas antes con Tono y Marlon, y que estaba en desvío por ampliación. Darán paso a la una, cuando rellenen el desvío de tierra.
Aprovecho para ir al Hospital Nacional, detrás de mi hotel. Antes vienen Baltasar Santiago y Silvia, de la muni de aquí, quieren comentar sobre proyectos de la zona reina, y a traerme los planos que dejó Doña Nora.
El Hospital está en jornadas médicas, es decir, consulta gratuita de varias especialidades. Han venido médicos y enfermeras extranjeros a pasar estas consultas. En la puerta hay una cola de varias decenas de personas, un guarda que no deja pasar por la cancela, y dos soldados armados con fusil. Digo quien soy y que vengo a platicar con D. Mario Petz, el director, y me deja pasar. En los jardines hay una especie de mercadillo de telas, y un buen montón de personas aguarda sentada en el suelo.
Entro en el despacho de D. Mario, que me recuerda del día de Doña Wendy, y le pregunto por datos epidemiológicos de la zona. Me los muestra, y me comenta lo escaso de personal que anda el hospital, y lo preocupado que está por el agua, su cloración y augura que es un recurso a extinguir en el planeta, si no lo cuidamos. Me enseña una catastrofista presentación animada, y figurada en el 2070, en el que el agua no existe y todos vamos avejentados y rapados. Pongo cara de poker y salgo de allí a escape. Bonito augurio después de la que cayó ayer.
Como en la cocina del hotel con el pastor guatemalteco (esta es una persona) de la iglesia de Doña Gabi. Los yankies hacen su última comida en el hotel, mañana se van a Antigua y pasado a sus casas. Doña Gabi me presenta a uno de los que viene, que es doctor. Es un anestesista de Seatle, ya jubilado, que me dice que solo trabaja cincuenta días al año, pero que ha venido muchas veces a operar aquí en el Quiché.

La comida es de guacamole con tortillas de maíz, carne cocida con salsa, como la de los tacos que traemos a casa, espaguetis y calabaza, todo en el mismo plato aunque separado. De beber limonada casera, y de postre cake, hecho aquí en el pueblo. Todo muy bueno.
Me quedo en el hotel a adelantar las crónicas, llevan varios días de retraso. La tarde está lluviosa, estamos solos en el hotel, la suegra de Doña Gabi, las estudiantes de medicina, que han ido aumentando en número hasta cuatro y yo. Doña Gabi se ha ido al servicio religioso de su iglesia y luego a la cena de despedida de los yankies, en el mismo restaurante donde yo voy algunas noches, está claro que no hay otro mejor. No para de venir gente pidiendo habitación, mañana viene el presidente de la república con el gabinete móvil.
Al oscurecer se desatan todos los infiernos acuosos, y cae una manta de agua durante bastante tiempo. El hotel está en un bajo y la calle se convierte en un río. Sigue llegando gente en carro para pedir habitación, al parecer están ocupadas todas las habitaciones desde Cunén a Chicamán.
Como Doña Gabi no viene esta tarde, las estudiantes preparan una cena de revuelto de huevos, papilla de frijoles con crema de nata, y café soluble para beber. No se puede salir del hotel sin entrar en agua hasta por encima de los tobillos, así que acepto la invitación.
Tras la cena viene el ingeniero, que está alojado en el hotel, y dirige la reparación de la carretera y el puente del desvío que se marchó anoche. Se ha vuelto a marchar hace un rato, él es el último que pudo pasar. Con la cámara de su teléfono grabó como el agua se llevaba la tierra que habían puesto esta mañana, y los tubos que dejaban pasar el río. Incluso el agua pasó por encima del que están ampliando. También nos dijo que se habían abierto zanjas en la carretera hacia Cunén, y que tampoco se podía pasar. Estábamos doblemente aislados por el agua, el hotel y el pueblo.
El ingeniero me descubre el secreto del agua caliente. En la primera planta, donde está la cinco, no hay presión suficiente para arrancar el calefactor de gas. El baja a ducharse a la planta baja. Si un día tuve agua caliente, es porque alguien lo encendió abajo, y yo después, ya arrancado continuó encendido hasta que cerré.
Llamo a Chicamán para que no venga el bigotes a por mí a las cuatro de la mañana, no va a haber paso hasta las doce o la una, y no será hora de ir a La Campana.
Sigo adelantando tarea, crónicas e informes, y me acuesto pronto, ha sido un día muy descansado. Doña Gabi regresó de la despedida a las once.
Tirado
Me levanto a las siete, y abro la ducha con la esperanza de que alguien lo esté usando abajo. Que si quieres arroz Catalina. La verdad es que cada vez me cuesta menos la ducha fría, debe ser conformismo.
No he comentado que aquí no hace ningún calor, no solo porque el sol ha lucido cuatro horas desde hace una semana, sino que la frondosidad y la altura del Quiché hace que la temperatura no sea alta. Más bien he pasado frío en ocasiones, por la mojada o la humedad. La última vez que sudé fue hace una semana en capital, si salvamos la subida al embudo.
Dicho esto se comprenderá que tras la ducha fría y el posterior frotamiento toallero, me levanto en manga corta cuando los demás van más abrigados. A lo mejor, si hubiera traído más ropa de abrigo me pondría más cubierto.
Hoy, al estropearse la agenda, estoy más tirado que una colilla. No es como ayer, con visitas aquí, sino que lo que no haga hoy, lo tendré que hacer otro día. No hay paso desde Chicamán, a las diez empieza a llegar tráfico desde Cunén, han debido de reparar la zanja que hizo el agua.
Cuento los días, y me doy cuenta que hoy paso el ecuador. De los diecisiete días de viaje, llevo ocho, quedan ocho y uno lo paso volando (once horas para venir y trece para volver son justo un día)
Pasan varios camiones de tierra camino del puente averiado. Espero que los tubos de paso de agua los hayan puesto mayores, sino va a ser el cuento de nunca acabar.
Pasan varios helicópteros, seguro que uno es de D. Oscar de Berger. Preparo el convenio de Palencia. A la una ya hay paso para los carros y microbuses, no para las camionetas. El día se abre y hace sol, nuboso, pero con sol. Doña Gabi me dice que aunque hace sol no podrá lavarme la ropa, camisetas blancas y pantalón claro, pues el agua sale del grifo muy enlodada, y que las pondrá beige. Se ha debido de estropear el depósito de distribución del agua.

Como en el hotel en familia, con Doña Gabi, la suegra y la chica que le ayuda. En un solo plato tomo gallina, arroz y la consabida calabacita cocida, paso del caldo, también hay una tortilla de maíz doblada rellena de papa y queso, muy rica. De beber tomo limonada casera.
Ya estoy al día en las crónicas, esta mañana terminé la de ayer y por la tarde estoy escribiendo al día.
Las estudiantes ya han terminado hoy sus seis meses de prácticas, y se van mañana para Guatemala. Me cuentan que en el hospital, cuando no vienen yankies, hay un pediatra, un ginecólogo, un radiólogo, dos médicos comunitarios, que se desplazan a los centros de salud, y unos cubanos: cirujano, anestesista, e internistas. Tiene diez camas pediátricas, diez de adultos, y sala de emergencia y de partos. Los rayos no funcionan, solo tienen ultrasonidos.
Tras el sol, vuelve la lluvia. A las seis me fui a tomar una cerveza al San José. Previamente busqué otro sitio para tomarla, pero no encontré ninguno mínimamente aceptable, salvo el restaurante de siempre. Cuando regresaba a las siete, para la cena en el hotel, el cielo estaba negro, y durante dos horas ha caído bastante agua, con rayos y truenos, los primeros que veo aquí.
Mañana tomaré un microbús a Chicamán a las siete de la mañana, y de allí en carro nuevo a La Campana, a revisar tanques que pusimos hace dos años. Son las nueve, pondré el correo y a dormir.
La Campana
Hoy me levanto a las seis, tengo que coger un microbús que va de Uspantán a Chicamán. El carro asignado para mí hoy no tiene placas de matrícula, y no puede venir a recogerme. Lo conduce Carlín, tío de Tono.
No hay pérdida, cuando me acerco a los parqueos de microbuses, los ayudantes del chófer vocean: Chicamán… Chicamán.
Me siento en un microbús nuevo, con trece asientos, son las siete menos diez y solo hay sentado otro pasajero. A las siete ya está completo y salimos. Antes, algunos pasajeros han mandado al ayudante subir varios bultos a la baca, que tiene su escalerilla de acceso.
Pasamos por el río que se lleva el desvío del puente. El ingeniero, el que se aloja en mi hotel, previendo un tranquilo fin de semana, ha dejado el desvío destruido, y ha habilitado el puente en reparación. Así no tienen que llamarle. Llego a Chicamán a las siete y veinte. Nos bajamos y entro a desayunar café y un pan con mantequilla. Me ponen el café y el pan, una especie de bollito de leche más rústico y asentado, pero no la mantequilla. Vuelvo a pedírsela, se extraña de la petición, me dice: ¿pero esta de cocinar? Le digo que sí, y desayuno. Al salir, tengo un aspecto inconfundible, me aborda mi chófer, y salimos.
Carlín maneja un Mitsubichi del 88, muy bien cuidado, y maneja despacio y cuidando el carro. Buenas impresiones, nada que ver con el carro del bigotes. A este le funciona todo. Me dice que compró el carro hace dos años, por un lado el carro y por otro el motor, y que aún no ha arreglado los papeles. El jefe de la policía de Chicamán le ha dado permiso para manejar por allí y por el monte.
Llegamos muy bien a Belejú, y recogemos a Pablo, que tiene que subir a la plataforma de carga, pues el carro es de cabina simple, y con dos asientos, no con asiento corrido. Seguimos despacio media hora más, y dice Carlín: de aquí no pasa el carro. El camino se pierde en una cuesta embarrada y con piedras. No obstante lo intenta, y en el primer metro da con el eje en una piedra. Parada y a seguir andando.
Caminamos 40 minutos por un camino completamente embarrado y pedrizo, que resbalaba subiendo. Cuesta arriba, cuesta abajo, otra vez arriba, con algunos descansos. Estábamos a más de dos mil metros. En uno de los descansos, vienen siete personas por la cuesta, cuatro varones y tres mujeres, uno de ellos joven y mejor vestido, van a La Campana a una pedida de mano. Vienen de la próxima aldea. Me llama la atención que las mujeres vienen descalzas por el barrizal.
Por fin llegamos y empezamos a revisar los tanques, en uso, todos llenos y la gente muestra su agradecimiento por los mismos. Incluso piden más para los que se han casado en la aldea. Acabada la revisión volvemos a deshacer el camino. Con más precauciones por los resbalones. Tres horas después de dejar a Carlín en el coche, volvemos a encontrarlo. Está dormido en su asiento. Mientras bajamos hasta Chicamán pienso, mi hermano Juan tiene razón, esto de la cooperación es como un híbrido entre los boy scauts y Teresa de Calcuta.

Por el camino me entero, que los guatemaltecos tragan poco a los mexicanos, y después de que se dejaran perder con Trinidad y Tobago, dejando a Guatemala fuera del mundial, aún menos. Hablando de fútbol con Carlín, y sobre todo de Cidane, me entero que cuando nosotros decimos “se le fue la olla” o “se le cruzaron los cables”, aquí se dice “le salió el indio”
Ya se el significado del dicho “ese come pescado” quiere decir lo mismo que “esta hueco”, o sea es gay.
Después de recoger en “Jorgito Variedades” las imágenes del día de Doña Wendy, me voy al microbús de Uspantán. Es el mismo que el de la mañana. Ya hay sentadas siete personas. Paso al fondo y a la ventanilla. El ayudante prosigue: Uspantán… Uspantán. Suben cinco más y el micro se llena. El ayudante continua: Uspantán… Uspantán. Suben tres más que obligan a compartir asiento en las dos primeras filas. El ayudante no cesa de decir: Uspantán… Uspantán. Yo no doy crédito. En el microbús de trece plazas hay subidos quince, y continúa anunciando. Entra corriendo un niño más que se queda de pie en la puerta con el ayudante. Viene el del microbús de atrás y dice que salgamos, que él recoge ya a los siguientes. Por fin salimos, pero con la puerta abierta el ayudante persiste con su cantinela: Uspantán… Uspantán. El microbús para, y sube un señor mayor, que obliga a compartir asiento en la tercera fila, muy a disgusto de sus ocupantes. Por fin el ayudante calla, cierra la puerta y comienza a cobrar los pasajes.
Llegamos a Uspantán, y en el hotel limpio de barro mis botas, y me pongo a escribir informe y crónica. Antes de la cena, pizza con gotitas de chile verde, cae otra tromba de agua que vuelve a inundar la calle. Dura poco y el hotel deja de estar aislado.
Cuando estoy escribiendo esto, aquí detrás, están tocando los que rezan, o rezando los que tocan, que no es lo mismo. El pastor ha cogido el micrófono, y da unos lamentos desgarradores. Es un artista.
Fútbol y mercado
Hoy es domingo, y el domingo en Uspantán hay fútbol y mercado. Se ven pasar los indios con cerdos atados con una cuerda, como si fueran perros, que van y vienen del centro. Tras el desayuno decido ir a pasear para ver el mercado, está situado en las calles aledañas a la plaza principal, donde se encuentra la iglesia católica, la metodista, y la municipalidad, las paradas de los microbuses y camionetas, y las de los Tuc-tuc, motocarros que hacen las veces de taxis en Uspantán. Uspantán, como la capital, esta dividida en zonas, y las calles van numeradas. No es muy grande, tiene trazo cuadriculado, y sus casas son de una sola planta, salvo excepciones. La mayoría de adobe y cubierta de chapa acanalada, la minoría de bloques y techumbre de tejas.
Camino del centro paso por delante del estadio Jacinto E. Flores, así reza el rótulo. Está situado entre el instituto y el cementerio, y tiene un graderío pequeño encima de los vestuarios, y cancha de hierba, salvo en las áreas. El campo tiene abundantes hoyos, la hierba muy alta, y dos zonas muy encharcadas, no me extraña, esto dificulta seriamente el rodar del balón. Hoy luce un sol espléndido, con algunas nubes que lo tapan de vez en cuando.
Juegan dos equipos locales, con equipación y un árbitro, que pita de lejos. El Libi gana uno a cero el equipo del Comercio. Los primeros, mejor puestos en el campo, tienen mayor calidad técnica, y los segundos ponen mucho empeño. Al final ganaron cuatro a dos los primeros.
En Guatemala hay mucha afición al fútbol. Aunque aquí conocen bien las ligas europeas, e incluso las americanas, gustan de ver con mayor frecuencia la española, y la afición se encuentra dividida entre madridistas y barcelonistas, ganando los primeros. Del fútbol local sus preferencias son: unos son de los cremas y otros de los colorados, dos equipos de la capital. Su gran figura juega en EEUU, en el equipo de Dallas. En el mundial la afición estaba con la selección española, y después con brasil. También están decepcionados con Ronaldiño, por el mundial que hizo.
Tras el partido me dirijo por la calle seis de la zona tres a la plaza. Antes de llegar, y por culpa del mercado, hay un fenomenal atasco de tráfico. Los microbuses de Chicamán y Cobán han cambiado la parada, y dificultan el tráfico por esta calle de dos vías.
En la plaza una orquesta ameniza al abundante respetable. Las indias se han puesto vestidos de domingo con inmaculados encajes blancos en esclavina. Los hombres también acuden muy aseados. Antes de pasear entre el bullicio por las estrechas calles del entoldado mercado, me meto en la iglesia parroquial, que tiene a su indigente en la puerta pidiendo limosna.
La iglesia, con portada encalada y estilo colonial, tiene tres naves con columnas de madera, y un alto techo también de madera. En las lámparas, que cuelgan del techo, hay unas colgaduras de tul malva, que bajan hasta las columnas, en cada uno de los cinco tramos. En el pasillo central hay, también en cada tramo, unos maceteros altos con macetas. El conjunto da muy buen aspecto. Dos placas recuerdan que la fachada fue restaurada en 1989, y la iglesia en 1998 por el ministerio de cultura.
En las naves laterales, sin nichos ni hornacinas, hay varios altares, con sus nombres puestos. A la derecha, la virgen de Guadalupe, un corazón de Jesús, la virgen de la Candelaria y la virgen de Fátima, a la izquierda un crucificado, San Sebastián, Santa Ana y un Jesús Nazareno. Sólo tienen muebles para velas votivas: la virgen de Guadalupe, la de Fátima y el crucificado. El altar mayor tiene en el centro un cuadro de San Miguel, patrón del pueblo, protegido por cristales, y cuatro cuadros más indistinguibles.

En el mercado se vende de todo: verduras, frutas, bollos, artículos de bazar, juguetes, carne de pollo, animales vivos (pollitos, gallinas, patos, cerdos) ropa, CDs, y hasta pequeños hatos de leña. Vendedores ambulantes de “hot dog”, “chévere”, helados, tortillas de maíz, y unos dulces extraños. Atrajeron mi curiosidad unas coles muy blancas, guindillas muy pequeñas, y las clásicas calabacitas redondas, que ya he comido en los famosos caldos de gallina.
De vuelta al hotel me fijo en algunos rótulos de casas: Venta de medicinas (hay farmacias también) salvación maya, cantina el “venao”, partido FRG( de Efraín Ríos Mont), partido UNE (unión y esperanza) asociación de fletes y microbuses, asociación de mototaxis (los tuc-tucs)
Paso de nuevo por el estadio y hay otro partido de mayor empaque, con mejores equipaciones de jugadores y árbitro, y mejor calidad técnica individual y colectiva, aunque el terreno de juego ayuda poco. Salen de Uspantán camiones y “Pick Ups” cargados de gente que vino al mercado.
Doña Gabi ha logrado lavar mis playeras (camisetas) blancas de la fundación con agua de lluvia (le costó muy poco obtenerla) para que no se volvieran beiges. Almuerzo gallina “empanizada” con guarnición de arroz y aguacates, y de beber limonada, en el hotel.
A lo largo de estos días he perdido tres o cuatro libras. Es el sistema de peso que se usa aquí, libras y onzas. El de capacidad, galones y litros, depende del producto, gasolina en galones, bebidas en litros. La longitud en metros y centímetros, Aunque los coches tienen el marcador en Km/h y M/h
Esta tarde ha vuelto a llover, pero más suavemente. Mañana me recogen a las cinco de la mañana, y hoy me acostaré temprano. Reservo el hotel Las Torres para las noches del jueves y viernes.
La cena ha sido sándwich de jamón y queso, y patatas fritas. De beber he ido a comprar una cerveza.
La Zona Reina
A las cuatro y media de la mañana iniciaba los conjuros para entrar bajo la ducha fría. Son solo unos instantes de acopio de voluntad y relajación activa, pero muy necesarios.
A las cinco menos cinco esperaba en la puerta del hotel, ante la desierta calle, la llegada del carro de Chicamán. No pasa un alma. A las cinco y cinco veo venir la camioneta que va para Cunén. Viendo como se las gastan aquí buscando clientes, doy media vuelta, le doy ostensiblemente la espalda, y comienzo a subir la bocacalle. Hacen la vista gorda, y dan una pitada de espanto que resuena en el silencio de la noche. No contentos con el escándalo, el auxiliar me grita ¿Va para Cunén? Y yo grosero le digo que no, que se vaya ya.
A las cinco y doce viene el carro nuevo de la muni de Chicamán, lo maneja Pedro Reyes. No lo conozco porque acaba de volver de vacaciones. Yo recuerdo que es el que el bigotes acusó de estropear el otro carro de la muni. Lo observo y efectivamente maneja peor que Tono, su tío Carlín y el propio bigotes con su antigualla.
Llegamos a Chicamán sin problemas, y esperamos a D. Pedro, que seguía en la cama. Tres horas y media después parábamos a desayunar en La Parroquia (comunidad de la Zona Reina) tras innumerables curvas, subidas hasta el cielo, bajadas hasta el río, vadeando dos ríos por el agua, y pasando por un puente de madera, del que hice fotos. No las hice del vadeo de los otros dos ríos, pues no estaba por la labor de pasarlos antes a pie.

La Zona Reina está situada al norte de Chicamán y Uspantán, tiene mucho más territorio de esta última municipalidad. Encerrada entre montañas es menos abrupta y mucho más baja, de altitud. Tiene abundante agua, que corre por doquier, y zonas llanas apropiadas para el cultivo, pero prácticamente incultas. Se dan bien los productos de la huerta, los frutales (banana, piña, naranjas, mandarinas) el cafeto y su producto estrella, el cardamomo, que se usa en perfumería, inciensos, chicles, y pasta de dientes, como aromatizante. También hay ganadería caballar y bovina, pero con escasas cabezas, y maderas como la caoba y el cedro. Los terrenos más quebrados están ocupados por un bosque impenetrable. Es una zona de gran belleza.
Está habitada por indios que hablan la lengua quetchi. Esto de las lenguas indias aquí es de lo más variado. En Chicamán hablan quitche, en Uspantán el uspanteco, y algo se entienden unos con otros. En Belejú hablan el Pocom, que no se entiende con los demás, al igual que el quetchi de la Zona Reina. Hay otra lengua que es el Lam, que aún no se donde se habla.
Esta coincidencia de las lenguas con los municipios viene de la conquista de los españoles, que dividieron el territorio en lo que llamaron pueblos de indios, agrupándolos por los diferentes reinos existentes, que hablaban la misma lengua. Estos datos son de una enciclopedia que leo en el hotel, curiosamente editada en Barcelona.
Tras el desayuno de huevo, frijoles, tortillas y café, nos dirigimos a Saquixpec, comunidad del centro de la Zona Reina, donde se llevaba a cabo una reunión de más de cien representantes de más de cuarenta comunidades (en la Zona Reina hay noventa comunidades)
La reunión se levaba a cabo en la parroquia (templo católico) de dicha aldea. La lideraban el padre Omar, guatemalteco, y Luís Felipe de “Charitas” diocesana del Quiché. Los representantes lo eran de asociaciones de criadores de cardamomo, que el año pasado obtuvieron precios más bajos por su producto, y la asociación general lideraba un proyecto para mejorar la calidad del mismo (motivo del bajo precio) y realizar en las comunidades algunos procesos que antes se hacían en Cobán, ciudad cercana que transforma el cardamomo para su exportación.
Estando donde estábamos, la reunión comenzó por una oración. Los líderes más importantes se adelantaron a encender unas estrechísimas velitas, y uno cogió un rústico incensario, con un aún más rústico incienso.
El padre se quedó en segunda fila, y el más viejo dirigía una oración en quetchi, por eso el padre se quedó atrás. Después de una larga oración ininteligible, y otras que recordaban el ave maría por su ritmo, y porque empezaban por ave maría en castellano, se inició una inacabable y paroxística oración coral, dicha a toda velocidad, y todos a la vez, generando una algarabía indescriptible. Todo el rezo fue de rodillas, yo incluido claro está.
Tras esta devota y general profesión de fe, pasamos donde estaban los bancos en cuadro para escuchar por parte del padre Omar un conjunto de compromisos adquiridos por los asociados, en una mezcla de moral cristiana y cooperativismo agrario (laboreo de la tierra, cosecha oportuna y manufactura posterior, con honestidad, disponibilidad y solidaridad) expresadas de forma muy notable, y que todos aceptaron.

A la salida D. Pedro me había comprado un “agua”, una lata de pepsicola.
Me olvidaba de una curiosa discrepancia sobre la hora oficial, entre el gobierno guatemalteco y los indios. El gobierno cambia la hora dos veces al año, como el nuestro, pero los indios no lo aceptan, y siguen a su bola, con la hora antigua. Cuando cogí el microbús de las siete a Chicamán, me decía el conductor del de Coban, que el suyo salía a las seis y cuarto. Yo miré el reloj y eran las siete menos diez. Como yo estaba avisado, no me preocupé. Hoy en La Parroquia (aldea) me dijeron que la reunión de la parroquia (iglesia) de Saquixpec era a las diez. Yo pregunté: ¿De la hora oficial? mientras miraba un reloj del comedor con la hora india (una menos) Me contestaron ¡De la hora auténtica¡
Tras la reunión, deshicimos el camino. De nuevo el puente de madera, los dos vados, las interminables curvas, y el sufrimiento para las gomas, ballestas, sinenblocks, y otros elementos de estabilidad de nuestro “Pick up” por lo malísimo del camino. En el mismo comedor de La Parroquia en el que desayunamos, almorzamos la combinación clásica: sopa de gallina, con arroz, hoy sin verduras. De beber cerveza.
Después de las diez horas de tortura, he avisado a la municipalidad de Uspantán, de que desisto mañana de hacer el mismo viaje, pero con el otro alcalde, no sin antes desarrollar todas mis habilidades diplomáticas, para no ser mal entendido.
La cena de hoy en Doña Gabi ha sido carne de vaca, col, zanahoria, arroz y papa, todo cocido, y aderezado con un poco de chile rojo. De beber café. Ya hasta me gusta.
Hoy algunas nociones más del diccionario guatemalteco: Parcela es lote, y finca es parcela. Juicio (del juzgado) es debate, y poner preso es poner a la cola. Presupuesto es notificación, y valla de circunvalación es valla de circulación.
Uno de los secretos de la ausencia de diarrea es que Doña Gabi cocina con agua mineral, la compra en envases de 15 litros. Cocina con leña, aunque algunas cosas las hace en la cocina de gas. Yo hago muchas comidas aquí, aunque algunas, como las de hoy, han vuelto a ser de riesgo.
Comenzó Cunén
Esta mañana me fui a Cunén con el ingeniero que nos construirá los CAIs. Tenía que hablar con D. Armando, alcalde de Cunén, para comunicarle que empezábamos las obras, si él asumía el pago de la valla de circulación (perimetral) pues con nuestro presupuesto no nos llegaba. Como dijo: está bueno (que quiere decir que de acuerdo) han comenzado las obras, después de 25 días intentándolo. Nuestra estancia va a ser un éxito.
Ayer me olvidé de un curioso detalle en el viaje a la Zona Reina, y que recordé después. D. Pedro quiso montarse en la parte de atrás del carro, al salir de su casa. Yo pensé, que amable. Desde que se inició el viaje observe cuatro cartuchos de posta en un recipiente del carro delante del cambio de marcha. Eran unas postas muy gruesas, de 5mm de diámetro.
En La Parroquia (aldea) llevamos a un representante a la reunión de Saquixpec, se subió en la bandeja de carga del pick up, porque D. Pedro le dijo que en el asiento de atrás no cabía, que llevaba unas cosillas. Yo no veía cosilla alguna, y cabía de sobra.
Por la tarde y para pegar la hebra pregunté al conductor. ¿Estos cartuchos son para caza o para defensa? Para defensa, me dijo él. Como vio mi cara de extrañeza, me hizo un gesto con la cabeza para que mirara detrás. D. Pedro estaba fuera del carro hablando con unos señores. Yo miré para atrás, y seguía sin ver nada, cuando me señaló el chófer, en el suelo había una escopeta abierta en donde pone los pies el que se sienta detrás mía.
D. Pedro iba a la Zona Reina, pero seguro. Cuando se quedó en la muni de Chicamán, no vi como se llevó el arma, pues en el carro ya no iba camino de mi hotel.
Como la ida y vuelta a Cunén ha durado dos horas, ha sido una mañana muy tranquila.
Por la tarde he estado ordenando fotos, adelantando trabajo y llamando a capital para ordenar el jueves y viernes.
Ultimo día en Quiché
El día de hoy era muy sencillo, subir a Belejú a revisar el completo reparto de los tinacos, y por la tarde cita con D. Víctor, alcalde de Uspantán. Sin embargo casi se convierte en una carrera de obstáculos.
Vino tarde a recogerme el bigotes, con su anciano carro. El día era de un sol radiante, el único en el que he pasado calor. Tenía que parar en Chicamán para platicar con D. Pedro, pero por la hora que era, y temiéndome una encerrona (como así era) di orden de subir directamente a Belejú.
Al carro de bigotes, cuando lo maneja él, no se le cae la llave de contacto, por la sencilla razón de que la quita cuando arranca. Es que es la original, explica. Tampoco le fallaron los limpiaparabrisas, hoy no hicieron falta, pero sigue sin freno de mano. En este punto tiene arte, pues tuvimos que parar dos veces en pendiente, por cruzarnos con camiones, y siempre salió del apuro sin que el carro retrocediera ni un centímetro.
Cuando marchábamos por la Cumbre del Rosario, nos salió al camino un gringo. Vestía pantalón corto, botas de montaña, mochila y camisa gris, y nos pidió jalón a Belejú. Nos miramos extrañados bigotes y yo por la extravagante aparición. Cuando llegamos a la alcaldía auxiliar, el gringo preguntó por el camino a una aldea bastante distante, me dijeron. Le explicaron lo mejor que pudieron sobre el inútil mapa que traía, pero le advirtieron que en esa zona se cruzaban muchos caminos y que sin guía se iba a perder. Cuando se fue, todos asentían: se perderá. Luego me dijeron que allí yo también era gringo. Estaría de Dios.

Allí en Belejú visitamos tres casas de los últimos beneficiarios. En una de ellas me enseñaron el charco, pozo le llamaban, de donde sacaba el agua la familia. Era de color verde, turbia y nadaban más de treinta renacuajos, de los de cabeza gorda y sin patas. Cuando lo hice notar, me dijeron que esos animales no crecían, que eran de ese tamaño. No eran peces seguro, y si tampoco anfibios… La casa era de las de cubierta vegetal, pequeña, suelo de tierra, etc. En otra tomaban el agua de lluvia con unos sucísimos cacharros, de un techo metálico acanalado, aún más sucio. Verdaderamente necesitaban el tinaco. Ellos me dijeron que antes de los tinacos, todos bebían del agua así tomada.
Luego me llevaron a una escuela, con cinco módulos, tres eran de madera mal clavada, y otros dos de obra. En una cabaña dos mujeres movían con un palo dos enormes ollas que se calentaban sobre sendas fogatas de leña. El humo salía por las aberturas del techo. Las mujeres preparaban la refacción, sobrealimentación que se la da a los niños en los colegios, de un programa del gobierno que se llama aliméntate bien. La refacción era una papilla ligera para beber compuesta de agua (me pidieron tinacos para las escuelas) harina de trigo, azúcar y canela, a la que le costaba hervir, por el tamaño de la olla y la fogata inferior.
La satisfacción de la mañana es que entre tanta pobreza y suciedad, había cuatrocientos niños escolarizados en la aldea, a cargo de once maestros. Aparte está el instituto, por el que también pasamos al ir a una de las casas.

Cuando acabé me propusieron ir a almorzar el caldo de durísima gallina criolla. Esta vez aduciendo que D. Pedro me esperaba ya, y D. Víctor por la tarde, me pude zafar sin daños colaterales.
Como eran las 13,15, le dije a bigotes que volara a Chicamán. El conduce bien, y el día era bueno, así que transportando en la bandeja a un maestro que había acabado ya, nos bajamos a Chicamán.
En Chicamán no estaba D. Pedro, había bajado a Santa Cruz del Quiché, pero había comisionado a su mujer para que me invitara a almorzar ¿? Entramos en un comedor, y ella pidió comida solo para mí ¿? Me pusieron un agua de melón, que solo probé, y pedí cerveza. Durante la comida se acercaron otras dos señoras, una era la cuñada de D. Pedro, para hablar conmigo. Aclarado, esta era la encerrona.
La cuñada me pidió financiación para la fachada de la iglesia parroquial católica, aclaraba. La otra señora pertenecía a una asociación de mujeres, y también pedía financiación para sus proyectos, aún muy en pañales. También llegó el jefe de bomberos, el animador del día de Doña Wendy, para entregarme el proyecto de financiación de una ambulancia.
Tras la comida, me subí al microbús de Uspantán, que esta vez no se llenó, y me bajé en la municipalidad. Esa tarde tenía cita a las tres para platicar con D. Víctor, el alcalde, y eran las tres menos cuarto. Me subí a un Tuc-tuc, y por 20 céntimos de euro me llevó al hotel. Le dije que volviera a los quince minutos, y a las tres y cinco subí al antedespacho de D. Víctor.
Ya comenté que D. Víctor era algo tímido, y parecía idealista. En su antedespacho colgaban cuatro banderines de otros tantos clubes de “rotarios” de cuatro localidades de Nuevo México. Aclarado también.
Estuvimos dos horas platicando, y me contó muchas cosas del municipio. Las más curiosas: que el uspanteco se habla en una pequeña zona, que el resto del municipio habla quiché, excepto los de la Zona Reina; que en la Zona Reina se establecieron guerrilleros tras la firma del tratado de paz, concretamente en el poblado 31 de Mayo; y que el municipio de Chicamán fue desgajado del de Uspantán hace 22 años a punta de pistola, a la cabeza del entonces alcalde. El ejercito considero estratégico desgajarlo, pues en Chicamán había muchos colaboracionistas, y en el de Uspantán muchos guerrilleros. Así que ambos municipios no se llevan especialmente bien.
Tras la plática me proporcionaron carro mañana para capital, lo conducirá Marvin, y le pedí que saliéramos a las seis de la mañana. Yo estoy citado mañana a las dos en la SOSEP y a las tres en el Ministerio de CIV. Veremos como se me da el día.
Adiós al Quiché
A las seis y un minuto salimos en el carro de Marvin con dirección a capital. Adiós al “Hotel” Casablanca, a Doña Gabi, a Uspantán, y algo más adelante al resto del departamento del Quiché, a los zopilotes (especie de buitre) y a las duras gallinas criollas. Mientras pasamos por Cunén, recordé que el día anterior habían empezado las obras del CAI ¡Por fin! Subimos y bajamos una montaña interminable, y llegamos a la capital del departamento, Santa Cruz del Quiché. El recorrido no lo recordaba bien, porque lo hice de noche, a mi llegada, y porque el “jet lag” me obligó a echar una cabezadita, justo en ese trayecto. Santa Cruz del Quiché, a la que atravesamos con grandes dificultades de tráfico, por ser día de mercado, es una ciudad de casas mayoritariamente de una sola planta, y con gran descuido de sus fachadas. Tras varias vueltas y revueltas, sorteando vendedores, compradores, y sus mercancías, paramos en un “Campero” Esta es una franquicia, que hay en las ciudades guatemaltecas y mejicanas, con un aspecto interior y exterior de Mc Donald, que se dedica a comida rápida, y también a dar desayunos, que es lo que buscábamos. Mi último desayuno en Quiché fue café y tostadas “francesas” especie de picatostes embebidos en leche. Marvin no cambió de costumbre y desayunó los clásicos frijoles con huevo y tortillas de maíz, con café. Tras una salida más fácil que la entrada, salimos de Santa Cruz camino de chichi, para los locales. La ciudad en cuestión es Chichicastenango, la última del Quiché, y que conserva una puerta de piedra, ya rebasada por el crecimiento de la población, del tiempo de los españoles. El camino consistió en otra dosis de “ganchos” y “túmulos” por lo montuoso del trayecto y la dispersión de la población.
Antes de que la carretera cruce cada aldea, se suceden tres pasos sobre elevados para moderar la velocidad de los carros. A estos pasos se les denomina aquí túmulos. No creo que tengan que ver con los posibles atropellos previos a la construcción de los mismos.
Chichicastenango nos recibió con otra tortuosa travesía, por estar también de mercado. Los jueves, día de este viaje, deben ser los días de mercado en estas poblaciones.
En Guatemala existen varios topónimos con sílabas repetidas al inicio, que los locales acortan de forma que resulta graciosa. A la anterior chichi, se le añaden los huehue de huehuetenango (departamento) o toto de Totonicapán (población)
Durante todo el trayecto desde Cunén vimos niños que iban hacia la escuela, mujeres con su vestido tradicional camino del molino de maíz o de la tarea diaria, hombres cargados con productos o herramientas, y cuando no había un barranco boscoso, tenían cultivada la milpa en toda la fértil tierra.
Tras bajar y subir del río tras Chichicastenango, pasamos de nuevo por “Los Encuentros”, donde estaba la aduana de productos agrícolas para entrar en el Quiché. Como nosotros salíamos, no teníamos ni desvío ni registro, pero sí vimos como registraban a los que iban en sentido contrario.
Tras la aduana, entramos en el departamento de Sololá, donde Marvin me hizo notar el cambio de colores de las faldas de las mujeres indígenas, de otra etnia diferente a la del Quiché, y lo extravagante de los pantalones de los varones de esa etnia, coloridos y bombachos, que no todos llevaban. También cambiaba la lengua en la que se expresaban, según decía Marvin, pues yo no tenía la ni capacidad de apreciarlo, ni nos paramos a escuchar a alguno.
Centroamérica tiende a unificar algunos aspectos de los distintos países. No solo en la aparición del nombre de Centroamérica en sus diferentes matrículas de carros, ni al libre comercio que existe entre las naciones, sino que entre Guatemala y El Salvador han llegado a unificar la acción de algunas unidades militares. Marvin me contó, que se llamaban entre ellos con apelativos “cariñosos” A los guatemaltecos les llaman chapines, a los salvadoreños guanacos, a los costarricenses ticos, a los nicaragüenses nicos, y ya en capital leí en la prensa que a los panameños los llaman canaleros. A los de Honduras no logro recordarlo.
En Sololá pasamos por “El Cruce” que como su nombre indica es un cruce de la carretera panamericana, que viene de México, con la del Quiché. En este amplio cruce de caminos había una muchedumbre comprando en numerosos puestecillos, mientras los autobuses pugnaban por hacerse con la clientela viajante en maniobras arriesgadas.
Mi ya dilatada estancia en Guatemala me permite hacer la observación, que las rayas continuas pintadas en el asfalto son orientativas para los conductores guatemaltecos. Ellos ya conducían antes de que asfaltaran y pintaran las carreteras, y al igual que pasa con los cambios de hora, no se sienten obligados por las novelerías de los sucesivos gobiernos. La invasión de las mismas es la norma. En otro orden de cosas soy testigo de que usan el intermitente derecho para cambiar de dirección hacia ese lado. Me permito recordar que el izquierdo es para permitir el adelantamiento, y que las paradas se señalan con los cuatro intermitentes.
En la travesía de Sololá, ya manejando por la panamericana, pudimos ver a lo lejos el turístico lago Atitlán, y los tres volcanes que lo rodean.
Cerca de capital el tráfico se hizo mucho más intenso y lento, por las obras de mejora que se realizaban sobre la carretera. Es curioso como, a pesar de tener más de la mitad del país sin asfaltar, se sustituía un asfalto en buen estado por otro nuevo cerca de capital. Marvin apuntó a que alguien se embolsaba dinero con esta obra superflua.
Llegamos a capital a las doce del medio día, y tardamos casi otra hora más en llegar al Hotel Las Torres en la calle trece de la zona diez. Marvin no se manejaba muy bien en capital, y pasamos tres veces por la calle trece de la zona nueve buscando el hotel. La avenida de la Reforma o la sexta avenida, una de las pocas que tiene nombre, separa las zonas nueve y diez, y las calles se continúan unas con otras en ambas zonas. Es decir que la calle trece de una zona se continúa con la del mismo número de la otra, al otro lado de Reforma. Otra de las avenidas separadoras que tiene nombre es la Roosvelt, y también hay un hospital con el mismo nombre. Desconozco a cual de los dos presidentes norteamericanos se refiere dicho nombre.
El motivo del madrugón de esta mañana era mi agenda. Yo estaba citado a la una en Hogares comunitarios para hacer una entrega de 1.700 equipos de limpieza para niños damnificados del Stan, y a las dos con el viceministro para firmar el convenio de la reconstrucción de las casas de “toto” afectadas por el mismo huracán.
Me recogió en el Hotel Jorge Marroquín, nuestro proveedor de los equipos de limpieza y tinacos, al que solo conocía por la voz. Me sorprendió su juventud, al igual que me pasó con el ingeniero. Quizás es que ya voy para mayor, por lo que me sorprenden estas cosas. El hizo coincidir nuestra llegada a Hogares comunitarios con la del camión de los equipos de limpieza. No es de sorprender, pues ya estaba avisado, y además es su trabajo. Cuando llegamos a esta oficina de la SOSEP, estaban almorzando en las mesas de trabajo. Y yo, que quería aligerar por la otra cita, tuve que esperar a que finalizaran el refrigerio. Mientras tanto se iban descargando las toallas, las jofainas, los cubitos y las pastillas de jabón que formaban parte de los dichos equipos. Al rato formamos un revuelo de paquetes, que se distribuían por el antiguo edificio, y nos dispusimos a hacer las fotos de rigor.

Finalizada la entrega, nos fuimos pitando para el ministerio. Sorteando el tráfico capitalino, llegamos a tiempo de la segunda cita, donde sin tregua nos dispusimos a la firma del convenio. En dicho convenio nos comprometimos a buscar financiación para la reconstrucción de 250 casas, y avanzamos la de 30, ya pagadas por el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra.
Mi trabajo en Guatemala estaba llegando a su fin. Solo quedaba ir a la mañana siguiente a Palencia, y firmar con D. Beto, al que conocimos el primer día de estancia en Guatemala, el convenio de su CAI.
Jorge Marroquín, que me llevó de vuelta al hotel, me invitó esa noche a cenar en el restaurante argentino “media cancha”. Este restaurante, que es de los mejores de toda Guatemala, lo puso un ex futbolista argentino que jugó en la liga local. Decorado con camisetas de la albiceleste y Boca, y con numerosas fotografías, estaba dispuesto con mucho gusto y amplitud. Degustamos un bife de ocho onzas muy bien asado, regado con vino de Mendoza. No pude ni con el postre.
Ante la mesa planificamos el día siguiente. Iríamos muy temprano a Palencia, para evitar la cercanía de la hora de almorzar y una segura invitación a un nuevo caldo de gallina. Al acabar, y ya con los deberes completamente hechos, Jorge me llevaría a Antigua, a la que sería una visita turística en toda regla.
Antigua
Según la estrategia trazada el día anterior, salimos muy temprano para Palencia. Esta población está en el mismo departamento de Guatemala capital, lo que quiere decir que está cerca. Pero su cercanía no significa que ahorráramos las consabidas subidas, bajadas, y sus correspondientes ganchos.
Cuando llegamos a la municipalidad, esta estaba cerrada. Hoy se celebraba el día de los trabajadores de la municipalidad, y era feriado para ellos. Llamamos a D. Beto, y nos contestó que iba de camino para la municipalidad, que tenía un concurso de adjudicación, y que hoy trabajarían, a pesar de ser festivo. Cuando entramos en el edificio había otros dos funcionarios trabajando en los ordenadores. Nos comentaron que, sin problemas, se tomarían el festivo en otro día.
D. Guadalupe Alberto, que es como se llama D. Beto, nos llevó a su despacho, que yo ya conocía, y que le gustó mucho a Jorge Marroquín, con su antigua pared de piedra conventual, y los grandes ventanales hacia el jardín. Allí firmamos las tres copias del convenio del CAI, que tenía preparado, y nos convenció para que le acompañáramos a un CAI que ya funcionaba. Unas pocas calles más arriba, paramos en un edificio de una sola planta, y entramos en él. Había, tras el distribuidor, varias clases con niños pequeños, unos aseos, y una cocina modesta.
D. Beto reunió a todos los niños y sus cuidadoras en el amplio distribuidor, y les comunicó la pronta construcción del CAI al que se iban a trasladar, y que nosotros ayudábamos a financiar. Que el CAI estaría en una parcela junto al instituto, la biblioteca y unas construcciones deportivas. Toda la parcela iba a tener fines educativos.

Tras aplausos, agradecimientos y fotos propiciados por D. Beto. Di por acabadas las operaciones previstas, nos despedimos del insigne alcalde, y nos fuimos Jorge y yo rumbo a Antigua.
Antigua fue capital de Guatemala durante doscientos años. Tras dos terremotos intensos en el siglo dieciocho que la destruyeron, fue abandonada por los gobernantes, que se establecieron a sesenta kilómetros, en la actual capital, que aún no ha sufrido ninguno de importancia. Buena vista. Antigua apenas ha crecido desde entonces, y se ha protegido su estructura y la disposición de sus edificios. Es patrimonio de la UNESCO desde hace treinta años.
La fundó D. Pedro de Alvarado como Santiago de los Caballeros, sus restos reposan en la catedral. En la tumba de D. Pedro también están su mujer y su amante india. También antaño los hubo con gran habilidad.
La ciudad está trazada con diez calles y diez avenidas que se entrecruzan en ángulo recto, formando unos cuadros. En el centro hay una gran plaza con soportales, donde están los edificios principales: la catedral, el gobierno departamental de Sacatepéquez, y otros edificios importantes de dos plantas.

Los edificios de esta ciudad, de estilo colonial, recuerdan mucho a construcciones del sur de España. Sus portalones, sus patios centrales, y sus ventanas enrejadas hasta muy abajo me resultaban muy familiares a la vista. Así se lo hice notar a Jorge. Algunas calles bien pudieran haber estado en Osuna, Marchena o cualquier otra ciudad antigua de Andalucía.
Fuimos paseando por algunas calles, y entrando en algunos edificios muy notables, como la Universidad de San Carlos. Fue la tercera Universidad más antigua de América. Y aún se llama así la Universidad de la actual capital. Tiene un gran claustro porticado de serena belleza.
Frente a la Universidad está la entrada lateral de la destruida catedral. Conserva en sus tres naves las columnas y nervaduras, pero los techos de la nave central están en el suelo. En el crucero estaba la dicha tumba de D. Pedro de Alvarado, y sus acompañantes más queridos. Bajo donde debía estar el altar mayor se bajaba a una cripta en la que hay un cristo muy milagrero. Casi no se le podía ver pues toda la capilla estaba ennegrecida del humo de siglos de velas. El claustro de la catedral está tan completamente destruido, que se usa para acumular los enormes escombros.

Desde el recinto destruido de la catedral no había salida a la plaza central. Dicho acceso está cortado por la actual catedral en uso, que está formada por el primer tramo transversal de naves. Es la única zona restaurada y abierta al culto. Así que desde la plaza se ven tres pórticos que anuncian tres naves. Pero desde dentro es una iglesia con una única nave, con tres puertas al exterior en uno de sus laterales.
Tres o cuatro iglesias más hay en Antigua, restos de antiguos conventos de mercedarios, carmelitas y franciscanos. Algunas están totalmente en ruinas, y otras parcialmente reconstruidas. El más grande es el de San Francisco, con iglesia y algunas edificaciones menores reconstruidas, y claustro ruinoso. En él hay unas edificaciones dedicadas al hermano Pedro, venerable beato, que al decir de los innumerables exvotos, es muy milagrero y goza de gran devoción.
En Antigua es muy famosa la Semana Santa, en la que salen numerosas procesiones, con pasos muy afamados. Muchas de las imágenes de la Semana Santa están en la iglesia de San Francisco. Dolorosas, crucificados y nazarenos de apreciable factura están por diferentes altares.
Durante el paseo visitamos otra gran plaza y agradable paseo, cuyo fondo ocupaban unos enormes lavaderos públicos, con trabajada montera de piedra.
Dos visitas más hicimos en Antigua. Una a un restaurante excelente, en el que nos pusieron ocho onzas de carne en un enorme pincho colgante, en un patio ajardinado. Y la otra a una fábrica de joyería de jade. Digo fábrica con toda propiedad, pues era a la vez taller de diseño, corte y confección de las piezas, y tienda de exposición y venta al público.

Estaba lleno de guiris, yo entre ellos. Y el marchante, que me caló rápido, me guió por las instalaciones, todas en una planta con tres alturas. Primero me contó las diferencias entre el jade guatemalteco, de jadeíta de la mejor calidad, como no podía ser de otra manera, junto con el tailandés. Después nos enseñó el proceso de corte de la gran pieza, a los sucesivos pulidos y torneados, para formar las piezas más pequeñas para montar. La sala de montaje, en cadenas y pulseras de oro y plata. Y por último nos señaló en el nivel más alto, las mesas donde unas chicas diseñan los diferentes modelos. Los resultados que se ven en los expositores son realmente bellos. Pendientes, gargantillas, collares y pulseras muy conseguidos. Con diseños mayas, clásicos y modernos. Como no podía ser menos compré allí los regalos de mis Anas, cuyo santo me había perdido con mi escapada guatemalteca.
Dimos por resuelta la visita turística, y dije a Jorge que lo invitaba a cenar con su esposa en Kakao. Este es un agradable restaurante que está muy cerca de mi hotel, cuyo comedor está situado en una gran cabaña de troncos y cubierta vegetal, y que lo amenizan músicos de violín, guitarra y acordeón con músicas sudamericanas. En el restaurante degusté un delicioso fresco de tamarindo, confeccionado con la pulpa de esta fruta. El aspecto exterior es el del cacahuete, pero entre la cáscara y la semilla tiene una pulpa sabrosa, como cantaban los tres sudamericanos de mi juventud.
Tras la despedida de mis acompañantes, descubrí, justo el último día, un bar de copas que se llamaba Cheers frente al hotel, en el que no te cacheaban al entrar. Este detalle, junto a la cara del canadiense que lo regenta, me hizo confiar, y me tomé un par de cubatas de ron guatemalteco bastante buenos. Eran los primeros y últimos cubatas que me tomaba en el viaje. Pues en el Quiché no encontré ningún lugar fiable en el que pudiera hacerlo. Y eso que yo toreo en cualquier plaza. Y en capital, hasta el agradable Cheers, no quise arriesgar a entrar en los que cacheaban. El aspecto de los armados seguratas era tan terrible, que imaginaba la parroquia que se reunía en tales sitios. La mujer guatemalteca del canadiense, pegó la hebra conmigo. Me contó que tenía una hermana viviendo en Valencia, y que en una ocasión viajó hasta esa ciudad.
Al día siguiente volaba para España. Desayuno, maleta en recepción, y dos horas libres para ir al cine. En un no lejano y moderno centro comercial vi, junto a otros tres espectadores, Piratas del Caribe II, doblada en centroamericano. Ni sospechaba que en España tardarían más de catorce días en estrenarla.
Jorge me llevó al aeropuerto, nos despedimos afectuosamente, y comencé mi viaje de trece horas de vuelta. Cuando subí al avión, este estaba repleto de pasajeros que venían de Madrid. Volamos a S. José de Costa Rica, donde nos bajaríamos todos. Limpiaron el avión y cambiaron de tripulación. Estas maniobras, justificaban las dos horas de más en el larguísimo tornaviaje.
Fin de las crónicas